El Escobar de Bardem se queda corto

El Escobar de Bardem se queda corto
Por:
  • sergi_sanchez

Si hacemos recuento, los números inquietan. Se supone, o al menos eso dijo Javier Bardem en la rueda de prensa veneciana de Loving Pablo, que volver a contar la historia del fundador del cártel de Medellín e “inventor del narcotráfico”, Pablo Escobar, es una cuestión de responsabilidad moral y social, porque “el objetivo del arte es entender por qué un ser humano se convierte en monstruo”.

Sólo en los últimos tres años este personaje colombiano ha protagonizado dos series —la archicélebre Narcos y la latinoamericana Pablo Escobar: el patrón del mal— y una película —Escobar: paraíso perdido—. ¿No es ésa una manera de mitificar a esa criatura detestable, que era cariñoso con sus hijos mientras ordenaba asesinar a sangre fría a centenares de personas?

El dato: La cinta está basada en el libro Amando a Pablo, odiando a Escobar, escrito por la periodista colombiana Virginia Vallejo, quien sostuvo una aventura con el capo.

En la intimidaD. La excusa de la película de Fernando León de Aranoa, que se presentaba fuera de concurso en la Mostra, es adoptar el punto de vista privilegiado de Virginia Vallejo, periodista, presentadora de televisión, amante de Escobar de 1983 a 1987, y autora de un libro, Amando a Pablo, odiando a Escobar que, en teoría, ofrece un ángulo nunca visto sobre la figura del rey de los narcos.

El primer problema de Loving Escobar es que no respeta ese punto de vista, por mucho que largos fragmentos de voz en off sirvan como guía del relato.

Virginia (una Penélope Cruz que se mueve entre el naturalismo hortera y el histrionismo culebronesco) desaparece durante significativos tramos de la historia, y da la impresión de que es una invitada de piedra en su propia película. León de Aranoa pone en duda, por omisión, la entidad dramática de Virginia, y por extensión, la razón de ser de la película.

Bardem recordó que el animal favorito de Escobar era el hipopótamo, que tiene apariencia de “meloso pero es uno de los más feroces de África”. Así lo interpreta, hipopotámico, para levantar acta de “un carácter lento, pasivo, pero que, a sus espaldas, organizaba el horror”.

Un musical de la mafia. Ayer tocaban mafias en la Mostra. A concurso, la italiana Ammore y Malavita, de los hermanos Manetto, se acerca a la mafia napolitana desde un género insólito, el musical. A riesgo de frivolizar tema tan serio, el filme prefiere definirse como un esperpento pop, en el que la violencia, la traición a los códigos de honor de la Camorra, la corrupción y el crimen pasan por el filtro de una selección de canciones ligeras (con especial mención al “What a Feeling” de Irene Cara en Flashdance) integradas en un relato empapado de humor chusco, bailes amateur y romances de fotonovela. Parece un intento de hacer un cine popular distinto, vital y sin pretensiones, pero el resultado es demasiado tosco y autoindulgente como para tomárselo en serio.