Los héroes nano-cuánticos se apoderan de la pantalla grande

Los héroes nano-cuánticos se apoderan de la pantalla grande
Por:
  • jesus_chavarria

Dicen por ahí que “si el asunto funciona, mejor ni le muevas”, y eso es lo que hace el director Peyton Reed, quien en esta ocasión prefiere no meterse en complicaciones y le da continuidad a todo lo que vimos en la primera incursión fílmica de este personaje clásico de Marvel, qué en su momento fue muy bien recibida tanto por el público como por la crítica especializada.

Es así que en Ant-Man and the Wasp nos encontramos con una aventura, que mezcla  acción y comedia. Enfocada en lo que se puede denominar los héroes de a pie —aquellos que más que enfrentar amenazas cósmicas, se enfocan en problemas que se esconden a la vuelta de la esquina— la mayoría de los chistes están relacionados con la habilidad para aumentar y reducir el tamaño  de sus protagonistas. Es ésta ligereza en el tratamiento lo que le da un aire a los cartoon clásicos de superhéroes, y que de paso refuerza la identidad de un concepto que, si bien, está conectado con el universo cinematográfico de Marvel a través de detalles pequeños, puede funcionar a la perfección sin atender demasiado a los mismos.

La trama que se ubica después de los sucedido en Capitán América: Civil War, sigue los pasos de Scott Lang, quien luego de sufrir las consecuencias de haberse unido al Cap en su afán de oponerse el registro de superhéroes está enfocado en enderezar su vida. Esto hasta que vuelve a entrar en contacto con Hank Pym —el primer Ant-Man— y Hope van Dyne, lo que le obligará a decidir si quiere ayudarles en una nueva misión o cumplir con su sentencia y ser un buen padre.

Entre los puntos débiles está la villana en turno, que, aunque de inicio se muestra letal y con un conflicto bastante interesante, conforme avanza la película comienza a perder presencia y la amenaza que representa pareciera ya no ser tanto, aunque visualmente es espectacular.

Lo mismo está el hecho de que al repetir la fórmula de su predecesora ya no posee el mismo encanto e ingenio. Sin embargo el ritmo es ágil, los personajes mantienen el encanto y las relaciones entre los mismos se afianzan develando más detalles sobre su pasado y sus motivaciones.

Por supuesto, dado lo bien que funcionó antes, volvemos a tener un poco más del mejor amigo de Scott  -interpretado por Michael Peña-, a través de escenas a veces un tanto forzadas, pero siempre muy divertidas. Se trata de un vehículo de entretenimiento eficaz  que confirma el por qué Ant-Man se ganó un lugar dentro del gusto de los aficionados al cine de superhéroes.