Óscar Chávez, el juglar de la Ciudad de México

Óscar Chávez, el juglar de la Ciudad de México
Por:
  • larazon

“Por ti, / yo dejé de pensar en el mar / por ti, / yo dejé de fijarme en el cielo / por ti, / me ha dado por llorar como el mar, /me he puesto a sollozar como el cielo / me ha dado por llorar. // Por ti, / la vida se me ha vuelto un infierno/por ti, / estoy muerto de amor tan enfermo...”: sí, el trovador Óscar Chávez (Ciudad de México, colonia La Portales, 20 de marzo, 1935–Ciudad de México, colonia Del Valle, 30 de abril, 2020) murió muerto de amor, el cielo alumbraba sus ojos y las espumas del litoral humedecían sus pies de trotamundos. El intérprete de “Macondo” encarnó el tiempo del bolero y la bohemia, del folk y la trova, de la canción tradicional y el nuevo canto.

Imposible configurar la cartografía de la canción mexicana sin su guitarra y su voz. Juglar heredero de los grandes exponentes de la tradición melódica latinoamericana enraizada en el bolero, el huapango, el son huasteco, la tonada popular y la parodia. Cualquier copla que le pusieran frente a sus ojos la interpretaba con ese ardor de susurro delicado del poeta que punza las madejas del albor. Guitarra de habla seductora que arropó versículos de Sor Juana Inés de la Cruz, Amado Nervo, José Martí, Gilberto Owen, José Emilio Pacheco, Pablo Neruda. Pero, también armonizó a su manera el son santiaguero de Miguel Matamoros y las cadencias tristes del cubano Carlos Puebla (“Hasta siempre”) y del puertorriqueño Pedro Flores (“Perdón”, “Esperanza inútil”)

“La niña de Guatemala” en los preludios  del dolor: muerta de amor en los flujos del río. Y la palabra de Óscar Chávez dándole “Gracias a la vida” en complicidad con la Violeta. Entonó a Chabuca Granda: “La flor de la canela” aromatizó las estancias. El portorriqueño Rafael Hernández con el “Lamento Borincano” y el “Perfume de gardenia”. El pianista habanero Ernesto Lecuona y su “Siboney” en conformidades mexicanas. La parodia para protestar en contra del gobierno: “La devaluación”, “El error”, “El último informe”, “El charro sindical”, “Las elecciones”, “De ranchero a diputado”...

[caption id="attachment_1152742" align="aligncenter" width="696"] Óscar Chávez y Chabuca Granda[/caption]

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Rescató temas representativos de la tradición popular de dominio público: “Llorona”, “El Tecolote”, “Benjamín”, “Los gorgoritos”, “La Higuera”, “El lirio”, “Las posadas”, “Los pastores”, “Arrullo al niño Dios”, “El Charro Ponciano”... / El humor costumbrista: “Las pelonas”, “Mexican curious”, “El corrido del tapado”, “Quihubo cuate”, “El lavaplatos”, “El pájaro y el Chanate”... / Tonadillas de amor que su fraseo untaba de una nostalgia gozosa y apacible, compasiva y refinada: “Aquellos ojos verdes”, “Flores negras”, “Vuélveme a querer”, “Prenda del alma”, “Tirana”, “Pensamiento”... / “La bailarina española” se contonea agitada en las burbujas airosas de la avidez.

“Yo canto, no sé si concuerdo con los patrones técnicos; pero, lo hago por puro placer. Cantar es desplegar el alma para compartirla con los otros. Lo único que me preocupa es colocar la nota en el lugar preciso: la comarca triste, alegre y pesarosa que circunda el corazón de los oyentes”, me dijo una vez, cuando lo entrevisté en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

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Otra trastada del coronavirus. La muerte y sus mesnadas. Un villancico triste se apodera de la tarde. Una guitarra en lamento de alma empapada de insomnios por la lluvia, expande el tañido sobre el madrigal. Ha muerto un cantor: es decir, un hijo de Dios. Se oscurece el fulgor: el envés del crespón copula con la brizna. “Yo sólo pronuncio goterones, llovizna que la gente recibe como suaves borbotones calientes”, me reiteró en la conversación del Teatro Esperanza Iris. Alguien entona a lo lejos un fragmento de “Mundo triste”: “Este mundo /Es tan triste /La vereda de la cuna al sepulcro es tan sombría; / Que un alma, / Siempre sola, / No podría soportar las fatigas del vivir”. Ha muerto el poeta Óscar Chávez, el juglar de la Ciudad de México.

KR