Red Sparrow, una de espías para Jennifer Lawrence

Red Sparrow, una de espías para Jennifer Lawrence
Por:
  • jesus_chavarria

Sin que la saga de Juegos del Hambre sea algo realmente sobresaliente, más allá de contar con una manufactura solvente que le permitió aprovechar la popularidad de la saga literaria para conseguir excelentes números en taquilla; el que dos de los principales perpetradores de la misma se reunieran para un nuevo proyecto, por supuesto que generó altas expectativas. Por desgracia el resultado se queda corto en relación a las mismas, siendo mucho más acorde con los alcances mostrados por el director Francis Lawrence, quien apenas cumple con elaborar un vehículo de entretenimiento eficaz y al servicio de una Jennifer Lawrence en plenitud y que muestra oficio y hace lo propio dándole profundidad a un personaje arquetípico y a modo, con todo y desnudos incluidos.

Publicada en 2013, aquí la novela Red Sparrow -escrita por Jason Matthews-, que gira alrededor de Dominika Egorova, una bailarina que tras un lamentable incidente en plena presentación, termina siendo reclutada como espía; sirve como vehículo para hacer una reconversión de los rusos en los grandes villanos , muy al estilo de cómo eran representados por el cine norteamericano durante la Guerra Fría. Una interpretación cuya sobriedad no es suficiente para que logren escapar de los excesos que dan al traste con el tono de la propuesta en general, dígase los métodos de entrenamiento del que hacen gala los oscuros y deshumanizados villanos, que en la pretensión de mostrarles retorcidos y psicológicamente complejos, lucen rebuscados e incluso rayan en la caricatura. Caso contrario a lo que sucede con la progresión de la protagonista, que aunque va perdiendo la viceralidad y violencia con qué pasa de los esplendorosos escenarios dancísticos a los desoladores parajes de la intriga -que es cuando el relato nos entrega los momentos más interesantes-, siempre se mantiene constante y con un marcado aire de fatalidad dejando al descubierto la lucha encarnizada que mantiene, con tal de mantenerse fiel a sí misma por encima de un sistema opresor que le convierte en un “activo” prescindible.

Otro par de ingredientes que no terminan de cuajar del todo dentro de la propuesta en general es el romance sobre el que parecieran querer sustentar la mayor parte de las motivaciones de los personajes -y es que la química entre Lawrence y su contraparte de la CIA, encarnado por el australiano Joel Edgerton (Exodus: Gods and Kings), es prácticamente inexistente-; así como lo truculento de la resolución que más que sorprender, enfatiza lo artificioso del mecanismo de una producción que desperdicia las implicaciones del discurso político inherente a la situación que plantea y que nunca logra detonar los apuntes de erotismo.

Así pues, Red Sparrow, que tuvo como locaciones algunos parajes de Budapest y Dunaújváros en Hungría y sobrepasa innecesariamente las dos horas de duración, llega como un apenas decoroso intento de poner al día a las historias de espionaje, pero eso es todo y nada más.