Revaloran cine de los 80: detrás de baile y amor hubo mensaje social

Revaloran cine de los 80: detrás de baile y amor hubo mensaje social
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Parece ser que vuelven los ochenta. Mar de nostalgia para aquellos niños que soñaron con La princesa prometida (1987) y tenían un cartel de Debbie Harry en su habitación junto al de Tiburón (1975). Quien anticipó el revival fue J.J. Abrams con Super 8 (2011), película que recuperaba la ciencia ficción protagonizada por niños. El mismo esquema de la serie Stranger Things: una turba de chavitos en bicicleta, ensayos gubernamentales secretos, secuestros y poderes paranormales. Un feliz encuentro entre E.T. (1982) y Poltergeist (1982) con referencias a Encuentros cercanos del tercer tipo (1977). ¡Ah!, y unos toquecitos de Alien (1979).

En la misma estela del revival de esta década se encuentra el libro de Hadley Freeman The Time of My Life, subtitulado Un ensayo sobre cómo el cine de los ochenta nos enseñó a ser más valientes, más feministas y más humanos, editado por Blackie Books. El título alude a la canción, interpretada por Bill Medley y Jennifer Warnes, del baile final de Baile caliente (1987), la cinta preferida de la autora.

En el libro se pormenorizan las cualidades indiscutibles de comedias románticas escritas o dirigidas por John Hughes y taquillazos como Los cazafantasmas (1984), hoy de nuevo visitada con cambio de sexo, y la comedia de las comedias: Cuando Harry conoció a Sally (1989). Un cine emocional analizado desde el feminismo crítico.

Para Freeman Baile caliente es una película pensada para un público femenino; habla sobre la sexualidad de ellas, la cámara trata como un objeto al hombre y es la mujer quien se excita. Hay tantas tomas apasionadas de Johnny (Patrick Swayze) sin camiseta como tan pocas lujuriosas de Jennifer.

Pero lo que sorprende a Freeman es que Baile caliente trata, en realidad, sobre la importancia del aborto legal.

En los sesenta, aunque las chicas tuvieran presencia, el protagonista era el bikini. En los setenta o protagonizaban pelis de terror tipo Carrie (1976) o nostalgia de los cincuenta como American Graffiti (1973). Pero en los ochenta llegó John Hughes y las chicas comenzaron a tener buenos papeles. Las películas de Hughes están repletas de personajes femeninos fuertes, extraños, hostiles, inseguros,

incluso difíciles.

Aparte de Tootsie (1982), para Freeman, la mejor comedia romántica de los ochenta es Cuando Harry conoció a Sally (1989), escrita por Norah Ephron, autora de la corrosiva El difícil arte de amar. El filme contiene las mejores frases de todos los tiempos y no es el remate genial del orgasmo fingido de Sally, “Tomaré lo mismo que ella”, sino esta otra, que Harry le dice a Sally: “Alguien te está mirando desde la sección de desarrollo personal”.

A lo largo de todo el ensayo se repiten los hallazgos divertidos como cuáles son las tres tareas que les endilgan a las mujeres en las comedias y que Sally no realiza: “No anhelan desesperadamente al hombre, no es una arpía agobiante que obliga al hombre a madurar, ni se libera de su coraza de zorra frígida gracias al poder de su increíble pene”.

Otro ingenioso apunte es al advertir que cuando Sally está triste “no significa que es profunda, sino que se está arruinando la vida”.

Para Freeman otra de las mejores comedias románticas de esa época es Volver al futuro. No trata de Marty, una argucia argumental conocida en Hollywood como el forastero misterioso, típica del western, que aparece de la nada y ayuda a los personajes a solucionar sus vidas. En verdad, trata sobre sus padres. Algo típico de las comedias de aquellos años, en las que los hijos arreglaban la vida a éstos.

Freeman cita al editor de Variety Steven Gaydon, que reconoce que “en los ochenta empezaron a ver lo que yo llamo la tiranía de los adolescentes, a través de este mensaje: tu familia es un caos y tú lo sabes todo”. Los padre de Marty le enseñaron que “los padres son raros, pero lo son en la misma medida que los somos nosotros”. Cosas de los ochenta.