Wenders abre San Sebastián con filme de yihadismo y amor

Wenders abre San Sebastián con filme de yihadismo y amor
Por:
  • gonzalo_nunez

Amor y yihadismo. Extraño maridaje. Pero, como en la metafísica de John Donne —sus poemas son casi un eslogan de la película— Inmersión, que  inauguró el sábado  el Festival de San Sebastián, cobra sentido en lo profundo, allí abajo. O, al menos, ésa es la intención de Wim Wenders: que tras este paseo por el horror y el romance concluye que “ningún hombre es una isla en sí mismo”, pero hay que adentrarse en la oscuridad para ponerse en el lugar del otro.

Aplicando esa premisa, el director alemán de 72 años opina que el problema del terrorismo islamista “tiene que ver con la falta de equilibrio entre ricos y pobres. Y en parte somos nosotros quienes creamos este monstruo. En 2001 declaramos una guerra y eso era lo que querían los terroristas”.

“Tiene que ver con la falta de equilibrio entre ricos y pobres.

Y en parte somos nosotros quienes creamos este monstruo”

Wim Wenders Cineasta

Wenders viajó a África con esta cinta, a Yibuti (Somalia en la ficción), y de ahí ha traído la convicción de que perpetuamos “problemas del pasado”.

Descenso a los infiernos. Inmersión es tanto un romance épico como un descenso a los infiernos. La historia, en flashbacks, nos traslada a un hotel de Francia en el que James (James McAvoy) y Danny (Alicia Vikander) se conocen y se enamoran a escasos días de emprender ambos sendas misiones de riesgos: él, infiltrarse en un grupo yihadista somalí; ella, descender al lecho marino, a una profundidad antes jamás alcanzada, para investigar qué vive ahí abajo.

En el principio, es decir, en la novela del corresponsal de The Economist J. M. Ledgard, la cuestión islamista preponderaba.

“Pensé que había demasiada oscuridad en el libro, en el planeta y en el alma —explica Wenders—, y creí que tenía que equilibrarlo siguiendo esa frase de Luther King que dice: ‘no puedes luchar en la oscuridad con la oscuridad’”.

De ahí el amor, la luz. James piensa en Danny desde el sótano oscuro donde lo retienen, harapiento y hambriento, los yihadistas; Danny, a punto de cumplir su sueño profesional de bajar al fondo del océano, sólo tiene ojos para su móvil. ¿Por qué James no le escribe? ¿Acaso no dijo que lo haría? A miles de kilómetros de distancia, el corazón y la memoria los mantiene unidos a aquel hotel de Francia donde todo era más sencillo.

Wenders y su equipo recorrieron toda la costa Atlántica, de Galicia a Noruega, en busca del hotel perfecto, “un lugar que pareciera espiritual”. Y al final dieron con algo parecido (una especie de retiro religioso) en la costa de Dieppe, precisamente el enclave donde cerca de mil aliados habían dejado la vida en su batalla contra el III Reich.

A Wenders aquello le pareció sintomático de lo que quería contar. “Los lugares suman mucho a una película”, señala, como los silencios, “aunque cada vez es más difícil realizarlos; es un instrumento excelente para dar valor al diálogo y a la música”.

Wenders, aun filmando una cinta más condescendiente con el público, dice que no le gusta hacia dónde va el cine. Tampoco él es el que era: su Inmersión, coproducción hispano-franco-alemana que inaugura a concurso la Sección Oficial, no ha satisfecho en San Sebastián.

“Soy la primera marginal premiada”

La directora belga Agnès Varda recibió el primer Premio Donostia de la 65 edición del Festival de Cine de San Sebastián. “Es un premio que dan a gente con éxito comercial, me siento la primera premiada marginal”, señaló al recoger el galardón.

La breve ceremonia tuvo lugar en el Teatro Victoria Eugenia, escenario original de los Premios Donostia, que empezó a concederse a mediados de los 80 a actores como Gregory Peck, Glenn Ford o Bette Davis.

El director del certamen, José Luis Rebordinos, se lo entregó a Varda, quien fue recibida por el público en pie con una larga y cálida ovación, tras la proyección de un vídeo que repasaba su trayectoria.

Varda fue de las pocas mujeres directoras que empezó a trabajar durante la eclosión creativa de la Nouvelle Vague en Francia, y la única que desarrolló una carrera en el cine.