Plagiario liberado echaba agua hirviendo a víctimas

Plagiario liberado echaba agua hirviendo a víctimas
Por:
  • carlos_jimenez

Han pasado siete años desde aquel 9 de mayo, pero la imagen sigue siendo muy clara. Aquel hombre entró a la habitación en la que Esther estaba amarrada con sus hermanas. En las manos llevaba una gallina viva. Les ordenó desnudarse. Encendió un puro y el humo se los extendió por el rostro. Tomó un cuchillo, degolló a la gallina y la sangre se las roció por todo el cuerpo…

Después hizo algunas oraciones y con el cuerpo inerte de la gallina recorrió el de las mujeres cautivas.

“Es para que todo salga bien”, les dijeron a las jóvenes que llevaban ya semana y media secuestradas.

Aquel hombre era el santero Raúl Martínez Gutiérrez, y lo que estaba haciendo era “una limpia” para que el plagio de Esther y sus dos hermanas “saliera bien”.

“Se estaban riendo entre ellos, yo veía como (los otros secuestradores) incluso jugaban con el santero”, cuenta Esther a La Razón y por ello reprocha que aquel sujeto ahora este libre.

Se trata del santero que fue sentenciado a 60 años de prisión, pero que por un tecnicismo obtuvo un amparo, con el cual los magistrados de la Quinta Sala del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México determinaron dejarlo en libertad.

Después de lanzarle la sangre de la gallina, le pasaron el animal sin vida y algunas ramas por el cuerpo. Al final la bañaron con agua casi hirviendo.

Pero ese día no fue el peor. La mañana siguiente, recuerda Esther, el silencio de aquella casa de seguridad en la que se encontraban se interrumpió de golpe con la música a todo volumen de un estéreo que encendieron los plagiarios.

“Era para que nadie escuchara nuestros gritos”, cuenta Esther. Y es que los secuestradores habían llevado xilocaína, agujas, tijeras y unas pinzas… todo lo usaron para cortarle un dedo meñique a Esther y otro dedo a Martha.

“Qué bonito regalo de día de las madres le vamos a mandar a tu mamá”, le dijeron aquellos plagiarios, mientras se reían y ella lloraba.

La amenaza no terminó ahí. Con los dedos amputados y las heridas sin cicatrizar los plagiarios seguían amedrentándolas.

“Ojalá que no se pongan enfermas, porque si se enferman las vamos a tener que sacar de aquí y separarlas para que las vea el doctor. Y quien sabe si vuelvan a estar juntas”, les decía uno de aquellos sujetos.

Así pasaron los días, el papá de las jóvenes un empresario dedicado a la venta de dulces no alcanzaba a reunir lo que le exigían. Por eso los plagiarios volvieron a mutilar a las hermanas.

Fue hasta 28 días después del secuestro que agentes de la Fuerza Antisecuestros de la Procuraduría capitalina que entonces encabezaba el ahora jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, lograron rescatarlas.

“¡Al suelo, al suelo Policía Judicial, todos al suelo!” gritaron los agentes que lograron someter a todos los delincuentes y liberar a las jóvenes.

Las encontraron atadas de pies y manos, con los ojos vendados e infectados. Estaban tiradas en el piso, con un alto grado de desnutrición, y sujetas a las patas de una cama. Al poco tiempo, las autoridades estatales detuvieron al Santero y lo entregaron a las capitalinas.

Sus cómplices lo delataron, sus víctimas lo reconocieron… a pesar de todo, hoy ese sujeto está libre porque se consideró que al no ser detenido en flagrancia, las pruebas en su contra no eran válidas.