Comparado con el Watergate, juicio a Trump se desinfla

Comparado con el Watergate, juicio a Trump se desinfla
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Aunque hubo un ligero aumento de estadounidenses que apoyan el juicio de destitución al presidente Donald Trump, por presionar a Ucrania para beneficiarse políticamente, la exhibición pública del magnate no se ha traducido en un desplome significativo entre su base electoral, con miras a las elecciones de 2020, como esperaban los investigadores demócratas.

Con poco menos de 50 por ciento a favor, los votantes que apoyan la expulsión del mandatario han sido casi los mismos desde que salió a la luz pública la bomba más explosiva de toda la investigación: la transcripción de la llamada entre el presidente y su homólogo ucraniano, principal y única evidencia directa de la acusación.

En adelante, el resto de las pistas que lo incriminan no han salido de un círculo de diplomáticos que se enteró a través de otras fuentes (segunda mano) que Trump hizo esfuerzos para que en Ucrania se iniciara una investigación contra su posible rival en los comicios, Joe Biden.

En perspectiva, el Washington Post y otros medios estadounidenses coinciden en que el Ucraniagate está “desinflado” porque quemó su principal cartucho de la trama: la llamada telefónica, a diferencia del Watergate (1972-1974), que intentó destituir al expresidente Richard Nixon. En ese entonces, dice el diario estadounidense, las audiencias estuvieron muy atentas en el desarrollo de las imputaciones hasta que al final de la investigación se dio a conocer una grabación comprometedora del presidente, que terminó por hundirlo y lo orilló a renunciar.

“Las audiencias de televisión para el impeachment a Trump llegan al final de un proceso de investigación sustancial, no al principio. Esa diferencia, combinada con la polarización más profunda de la política y los medios estadounidenses, hace improbable, salvo una verdadera bomba, que las audiencias muevan significativamente la opinión pública en EU”, se lee en una editorial del diario.

En la década de 1970, el Watergate capturó una gran audiencia de televisión —80 por ciento de estadounidenses sintonizó, según algunas estimaciones—, con lo que comenzó el proceso para corroer la credibilidad de Nixon.

El caso contra el exmandatario comenzó con la declaración de su exabogado, John Dean, quien confesó sus implicaciones en el Watergate, llamado así por el allanamiento a la sede del Partido Demócrata en su complejo Watergate (Washington), por cinco hombres, y los intentos posteriores de Nixon de encubrir su participación en dicho crimen.

Las acusaciones verbales en contra de Nixon, desplegadas durante dos años, culminaron con la liberación de una cinta en la que se escuchó al presidente ordenar a su jefe de personal decirle a la CIA que ocultara la investigación del Watergate del FBI, para impulsar la opinión pública.

En contraste, el hoy llamado Ucraniagate, contra Trump, camina en un proceso inverso, lo que puede acarrear su falta de efectividad a la hora de restar votantes al presidente republicano.

“Hoy es Watergate a la inversa: la ‘pistola humeante’ ya se disparó, en forma de la transcripción de la conversación del 25 de julio del presidente Trump con el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky”, remarca el Washington Post.

La historia cuenta cómo el apoyo a no destituir a Nixon se mantuvo en más de 60 por ciento (contra un 39 por ciento) durante los dos años en que se le acusó a través de varios testimonios, pero fue hasta 1974, cuando un juez ordenó la entrega de la cinta comprometedora, cuando las encuestas de opinión mostraron que la mayoría de los estadounidenses, 57 por ciento, favoreció la destitución. Nixon renunció dos semanas después.

Comparado el Watergate con el Ucraniagate, en el episodio actual, un denunciante ya difundió lo que debería considerarse una evidencia explosiva.

“La lección de las audiencias de televisión en el Watergate es que la reacción pública a los escándalos presidenciales tiende a medirse; se necesitan repetidos golpes al cuerpo para debilitar la credibilidad de un presidente, hasta el punto de que la destitución se vuelva aceptable para una mayoría significativa de estadounidenses”, concluyó el Post.

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