Con Miguel Díaz-Canel, Castro se va, el castrismo se queda

Con Miguel Díaz-Canel, Castro se va, el castrismo se queda
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La nueva Asamblea Nacional de Cuba ha propuesto al actual primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, como sucesor de Raúl Castro al frente del Consejo de Estado, en una transición histórica porque por primera vez desde la Revolución de 1959 se otorga el control del país a alguien sin el apellido Castro.

Los 605 diputados electos han tomado posesión del escaño este miércoles constituyendo así el nuevo Parlamento y ahora deben decidir quiénes serán los 31 miembros del Consejo de Estado, incluido su presidente, cargo ocupado por Raúl y antes por Fidel.

“El nuevo presidente tendrá mucho menos poder en la mano que Raúl o Fidel Castro, tendrá que compartirlo con otras figuras políticas y militares de alto rango”, anticipa Jorge Duany, director del Instituto Cubano de Investigación.

“Necesitará una gestión colegiada, sensible a la discusión de políticas públicas entre personalidades o facciones dentro de la élite partidista”, estima el politólogo cubano Esteban Morales.

¿Quién es Miguel Díaz-Canel?

Era un funcionario joven, delgado de pelo largo que andaba en bicicleta saludando a los vecinos y por su personal estilo de dirigir su provincia tenía la popularidad de una estrella de rock local.

[caption id="attachment_727830" align="alignleft" width="250"] Miguel Díaz-Canel junto a Fidel Castro[/caption]

Pasó una década desde entonces y Miguel Díaz-Canel, que ahora posiblemente sucederá al mandatario Raúl Castro en la presidencia de Cuba parece otra persona: canoso, serio, de muy pocas palabras y con escasa visibilidad pública.

Díaz-Canel, quien es actualmente el primer vicepresidente tiene una biografía oficial breve de detalles personales y profesionales, y aunque nadie sabe a ciencia cierta cómo se proyectará en su gobierno, algunos indicios dan cuenta de lo que posiblemente sea un nuevo estilo.

En un país en el que hay 11 millones 475 mil 982 personas y en el que no existe la figura de la primera dama y los dirigentes, que suelen moverse en medio de importantes operativos de seguridad, ocultan con celo su vida privada, Díaz-Canel llegó casi sin custodia en marzo pasado hasta un centro de votación en Santa Clara, a unos 300 kilómetros al este de la capital, donde varios medios extranjeros aguardaban.

El funcionario caminó a lo largo de una cuadra, de la mano de su esposa, mientras saludaba a las personas que se le acercaban.

“Aquí estamos construyendo una relación de gobierno y pueblo”, dijo durante esa inusual aparición pública ante las cámaras para votar por el parlamento.

Luego del sufragio regresó a La Habana, pero dejando un mensaje: un nuevo tipo de liderazgo podría llegar, con una continuidad al proceso revolucionario, pero con una renovación de las formas.

Díaz-Canel, de 57 años, sería la primera persona en tomar la máxima dirección que no se apellide Castro desde que triunfó la revolución en 1959 y deberá enfrentarse a una economía estancada, una infraestructura en decadencia, la hostilidad de Estados Unidos que no levantó el embargo, ni las sanciones contra la isla y las críticas a un modelo de control estatal con salarios bajos en el marco de un congelamiento de la iniciativa privada.

Muchos cubanos a lo largo y ancho de la isla apenas lo conocen. Los últimos años de su ascenso político han transcurrido lento pero sin pausa, escalón por escalón, y asumió un perfil tan bajo que pasaban meses sin que se supiera de sus actividades.

Apenas saltó a la mirada internacional el año pasado cuando fue protagonista de un video filtrado en el cual abogaba por cerrar medios de prensa independientes y etiquetaba a embajadas europeas como una avanzada de la subversión contra la revolución.

Sin embargo, esa imagen ortodoxa contrasta con la percepción de hombre sencillo, tolerante, afable pero exigente que tienen muchos de sus conciudadanos de la provincia de Villa Clara, en la cual pasó su infancia, su juventud y de la que fue primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) durante nueve años, un cargo que en la práctica es más importante que la del jefe de gobierno local.

Es graduado como ingeniero electrónico de la Universidad de Villa Clara en 1982 realizó su servicio militar obligatorio hasta 1985. En 1987 se incorporó a la Unión de Jóvenes Comunistas y empezó a trabajar como profesor mientras viajaba a Nicaragua como parte de una delegación de apoyo al sandinismo.

En aquellos tiempos le gustaban los Beatles,  estigmatizados por la revolución como representantes de la decadencia capitalista y el teatro.

En 1994 fue designado como primer secretario del PCC en Villa Clara y rápidamente se ganó una reputación de funcionario trabajador con un estilo modesto y que los vecinos recuerdan como el primero de su rango en no mudarse a una vivienda más grande.

 

 

 

 

 

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