Descontento convulsiona a las Américas de Bolívar

Descontento convulsiona a las Américas de Bolívar
Por:
  • alejandro-galindo

Algunos llamaron Primavera latina a la sucesión de movimientos sociales y políticos que cambiaron la condición del subcontinente en 2019; sin embargo, aunque parecieron reacciones en cadena, ninguno respondió a la misma causa. La región robó los titulares de diarios internacionales todo el año, inmersa en una ola de crisis social, cambios de gobierno y choques ideológicos.

En orden geográfico, de norte a sur, México ingresó al mermado concierto latinoamericano de izquierda. Paradójicamente, cuando en la década anterior la mayoría en el Cono Sur vivía una ola progresista —con Lula en Brasil, José Mujica en Uruguay, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Michelle Bachelet en Chile, Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela—, el llamado hermano mayor de América Latina caminaba en otro carril ideológico. Ahora, cuando gran parte de estas naciones cambió de color político, nuestro país también lo hizo, pero en el sentido opuesto.

[caption id="attachment_1075056" align="alignnone" width="696"] Venezuela, hundida en crisis humanitaria, quedó partida en un gobierno “legítimo” y otro “de facto”.[/caption]

En el terreno de la izquierda, Nicaragua fue golpeada por la represión de Daniel Ortega, rebasado por el descontento social. Indignados por una reforma que recortaba las pensiones, ciudadanos tomaron las calles para exigir la renuncia de un revolucionario que prometió no apartarse de las necesidades del pueblo. Las manifestaciones iniciaron en las universidades; los ánimos de descontento se propagaron por toda Managua y luego, en localidades periféricas, la policía y paramilitares sofocaron las movilizaciones con fuego.

Al menos 561 muertos y más de 4 mil 500 heridos saldaron las acciones. Aunque el presidente retiró su polémica reforma, la crecida de manifestaciones continuó en los meses siguientes, con la demanda de un adelanto de elecciones, que el mandatario rechazó. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), expulsada más tarde, denunció tortura, persecución, violaciones sexuales, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales. Hasta la fecha, el gobierno se ha negado a reconocer su responsabilidad, que achaca “al terrorismo opositor”. Si bien los representantes de su administración y líderes de una Alianza Cívica intentaron negociar, Ortega no llegó a cumplir con la liberación de presos políticos y detener la criminalización de la protesta.

[caption id="attachment_1075058" align="alignnone" width="696"] Argentina castigó las medidas de austeridad del derechista Mauricio Macri y regresó al kirchnerismo.[/caption]

El brazo opresor también pegó en Venezuela. En enero, Nicolás Maduro asumió un nuevo mandato, cuya elección fue cuestionada por fraude. Días después, la oposición, que lo desconoció, se unificó bajo el liderazgo del joven político Juan Guaidó, quien en sus facultades de titular de la Asamblea Nacional (con mayoría antichavista) activó la Constitución para proclamarse presidente. El acto, visto como el desafío más grande contra Maduro, recibió el respaldo de 54 países.

El surgimiento de un gobierno alterno evidenció la polarización ideológica en el mundo. Las naciones alineadas con Washington, que comenzó a cercar con sanciones a Maduro, aceptaron a diplomáticos del “presidente legítimo” y rechazaron a los embajadores del “presidente de facto”; mientras que el chavista conservó el aval de sus aliados, China y Rusia.

[caption id="attachment_1075054" align="alignnone" width="696"] Bolivia se estremeció tras la renuncia de Evo Morales. Un gobierno interino de derecha controla la transición.[/caption]

Ni México ni Uruguay tomaron partido; con la Comunidad del Caribe conformaron un mecanismo para impulsar el diálogo entre las partes, una estrategia alterna a la propuesta del Grupo de Lima, integrada por los países del continente que aceptaron la autoridad de Guaidó. El líder de la oposición venezolana recaudó una buena parte del reconocimiento internacional, pero hasta la fecha no ha podido asumir en la práctica, sin el respaldo de las Fuerzas Armadas, que se mantienen fieles a Maduro. El movimiento de Guaidó se ha erosionado ante la imposibilidad de reunir el suficiente apoyo popular para derrocar al ocupante del Palacio de Miraflores. Mientras tanto, el país se quiebra en una debacle humanitaria sin precedentes, con hospitales desprovistos de medicamentos y de médicos que tuvieron que huir ante la falta de condiciones para ejercer su ministerio; la situación económica refleja su peor registro de inflación, con escasez de alimentos y servicios. La crisis obligó a unos 4 millones de venezolanos a dejar su hogar, un fenómeno que saturó fronteras y generó violencia en los países receptores.

Más al sur, Argentina, que viró a la derecha de la mano del conservador Mauricio Macri en 2015, vio caer su proyecto económico que, más que un remedio para reinsertar al país en el mercado internacional, no hizo más que aumentar la deuda y empobrecer a 40 por ciento de la población. Al amarrar un crédito de 50 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI), Macri obligó a la nación a sujetarse de un estricto plan de austeridad que devaluó la moneda. Los argentinos castigaron con dureza las medidas. El macrismo perdió las elecciones de octubre ante Alberto Fernández, el candidato de la expresidenta Cristina Kirchner, quien volvió al gobierno como vicepresidenta.

[caption id="attachment_1075059" align="alignnone" width="696"] Ecuador repudió las condiciones de rescate económico del FMI y obligó a su gobierno a frenar alzas.[/caption]

Ecuador pasó por el mismo rechazo a la receta del FMI. La aplicación de reformas económicas de Lenín Moreno enojó a sindicatos e indígenas que estallaron en marchas que obligaron al presidente a abandonar la capital. Después de duros enfrentamientos con las Fuerzas de Seguridad, el gobierno tuvo que anular el alza al precio de gasolinas y formular otro plan de recuperación, de la mano de la sociedad.

Los aumentos también sacaron a las calles a los chilenos, que repudiaron un programa similar del presidente Sebastián Piñera. La estrategia gubernamental elevó el precio del Metro, uno de los sistemas de transporte más eficaces de América. La acción impopular terminó en la destrucción del sistema subterráneo, por los disturbios incendiarios. Más de un mes de violentas manifestaciones siguieron a la decisión de Piñera, quien pese a renovar su gabinete, pedir perdón, frenar el aumento y ofrecer subsidios, no logró calmar los ánimos en un movimiento que escaló en sus reproches contra los altos costos de vida. Al cierre del año, el país mantiene el pulso inconforme, mientras negocia un pacto para redactar otra Constitución.

[caption id="attachment_1075055" align="alignnone" width="696"] Perú tomó las calles en apoyo a su presidente suspendido, lo que empujó a un adelanto electoral para enero.[/caption]

La última gran convulsión pegó a Bolivia. El 20 de octubre, el primer presidente indígena proclamó su victoria para un cuarto mandato. A diferencia de sus otras dos reelecciones, Evo Morales apenas rebasó a su rival Carlos Mesa, quien reclamó una segunda vuelta después de que el conteo de votos se interrumpió por más de 24 horas; tras la falla, el mandatario daba un salto repentino de 10 puntos sobre el segundo lugar. Los resultados detonaron manifestaciones de una oposición que se unificó. Poco más de 20 días, ciudadanos presionaron al gobierno y con la auditoría de la Organización de Estados Americanos (OEA), se anuló el proceso electoral y renunció, sin el respaldo del Ejército.

El ahora expresidente, asilado en México, fue relevado por la opositora Jeanine Áñez, en un acto de autoproclamación, en ausencia del Congreso.

[caption id="attachment_1075057" align="alignnone" width="696"] Colombia cerró el año con paros nacionales en rechazo a recortes al salario, pensiones y violaciones a los DH.[/caption]

Después de varias pujas, Áñez logró un pacto con la izquierda, que aceptó ir a elecciones sin Evo. En la recta final de 2019, Bolivia pudo dejar atrás las protestas, en las que murieron 23 personas, adentrada en una nueva contienda que sabe a revancha entre izquierdas y derechas.