La sed de Erdogan por tener el poder absoluto asfixia a Turquía

La sed de Erdogan por tener el poder absoluto asfixia a Turquía
Por:
  • ethel_bonet

En Beirut

El presidente turco, Recep

Tayyip Erdogan, sueña en convertirse en el último sultán de Turquía. Sus políticas, cada vez más autoritarias, están transformando la República laica que dejó en herencia Kamal Ataturk, padre de los turcos, en una dictadura.

Erdogan, quien dice emular al fundador de la Turquía moderna, está acabando con el principio de una democracia parlamentaria pluralista para instaurar un régimen marcadamente presidencialista.

Al líder turco no le tiembla el pulso a la hora de mandar a la hoguera a toda aquella institución, personalidad política o colectivo que lo contradiga. Su última víctima fue su delfín, Ahmet Davutoglu, que se retira de su puesto de presidente del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y, por consiguiente, pierde la jefatura de Gobierno.

La sed de poder de Erdogan le ha costado al primer ministro su cargo. Quien vaya a sustituirlo será un peón suyo.

Desde que Erdogan asumió la jefatura de Estado en 2014, Turquía ha tomado el camino del autoritarismo.

El Gobierno ha intentado socavar a la prensa independiente, sometido a los medios liberales a presión policial, detenciones y cárcel.

La libertad de expresión en Internet ha sido censurada. Se han abierto más de 2 mil casos contra personas por insultar la figura presidencial, delito tipificado en el artículo 299 del Código Penal.

Algunos han sido condenados a prisión y otros han enfrentado a duras multas. En numerosos casos, los insultos se hacían a través de redes sociales, a las que bloquea a su gusto sin ningún respaldo legal.

El Poder Judicial ha dejado de ser independiente e imparcial, y ha sido utilizado por el presidente turco para proteger sus intereses y poner en marcha una caza de brujas contra sus enemigos.

La Policía se está transformando en una especie de milicia pro-Erdogan, donde intelectuales y periodistas son agredidos físicamente en las calles, debido a sus opiniones críticas.

Los reporteros opositores son despedidos de sus puestos de trabajo, o encarcelados sin ninguna investigación penal. Un total de 14 canales de televisión vía satélite han visto cortada su emisión. Asimismo, educadores e intelectuales son arrestados a diario a través de acusaciones sin fundamento, como, por ejemplo, las de pertenecer a una organización terrorista o ser estructura estatal paralela.

Las políticas represivas se han intensificado desde el pasado verano, después de que el gobernante AKP perdiera por primera vez la mayoría absoluta en las elecciones de junio de 2015.

Después llegaron meses de caos y violencia con el resurgimiento del terrorismo, tanto por el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) como del Estado Islámico, lo que llevó a la convicción de que Turquía necesita mano firme.

El Gobierno utilizó cuidadosamente el caos para sus propios fines propagandísticos.

Los ataques del PKK contra las Fuerzas de Seguridad consiguieron desacreditar al prokurdo Partido Popular Democrático (HDP), que perdió más de un millón de votos, los cuales fueron a parar al AKP en las segundas elecciones de noviembre.

El partido islamista volvió a gozar de su mayoría absoluta, y Erdogan vio de nuevo la oportunidad de hacer realidad su sueño “imperialista” y recuperar la figura del sultán.

El movimiento Gülen, del erudito turco Fethullah Gülen, afincado en Estados Unidos, está en el número uno en la lista de “enemigos internos” de Erdogan.

Este poderoso grupo que controla una red de empresas y medios de comunicación estuvo detrás de las operaciones anticorrupción que amenazaron con hacer caer al Gobierno del AKP en la pasada legislatura.

El jefe de Estado ha sabido esperar pacientemente para tomar revancha: recientemente, llevó a cabo una caza de brujas contra los influyentes seguidores de Gülen.

El mes pasado, la Policía detuvo a la dirección del conglomerado Boydak, a los que se les ha acusado de haber financiado al clérigo opositor afincado en Estados Unidos.

Por difamación, cinco años a la cárcel

El delito de difamación al presidente está tipificado en el artículo 229 del Código Penal de Turquía.

Baris Ince es el director del diario BirGun, señalado como crítico de las políticas del presidente, Recep Tayyip Erdogan. Luego de que en un artículo publicó la frase “Tayyip ladrón”, fue condenado a cinco años y medio de cárcel por el delito de calumnias en el año 2015.

Posteriormente, esa frase ha sido utilizada en marchas organizadas por la oposición contra el régimen.

Además, el editor en jefe del diario Cumhuriyet, Can Dündar, fue amenazado en julio del año pasado luego de que publicó que los servicios secretos avalaron el envío clandestino de armas a Siria.