Represión en Hong Kong en lucha por autonomía de China

Miles de jóvenes hongkoneses resistieron la enorme bruma de gas pimienta, golpes y balas de goma con que la policía local disolvió la megamovilización contra legisladores y el gobierno, que buscan aprobar la polémica ley de extradiciones a China que, según la disidencia, es un golpe a las libertades y autonomía que consiguió la isla desde que Londres le quitó su condición colonial para cederle la soberanía a Pekín.

El nuevo marco legal permitiría por primer vez entregar a acusados de crímenes penales a China, un país con un sistema que acostumbra torturar a cualquier sospechoso, a pesar de que Hong Kong tiene independencia judicial desde 1997. Es por eso que el grueso de la sociedad, desde académicos, obreros, estudiantes y amas de casa decidieron tomar las principales avenidas para obligar a sus líderes a retractarse.

Unas 70 personas, entre manifestantes, periodistas y oficiales antidisturbios resultaron heridas. Aunque la policía logró finalmente desplazar a la ola de manifestantes, el caos obligó al Parlamento a aplazar la aprobación de la ley, sin precisar hasta cuándo se reanudará el debate.

De acuerdo con el diario El País y otras agencias que reportaron los acontecimientos, la jornada comenzó con un ánimo de integración juvenil. Miles hicieron guardia desde la noche anterior para rodear el Parlamento y conforme avanzó el día, la cifra aumentó de manera exponencial a “decenas de miles”, al grado de bloquear las principales avenidas de la ciudad.

La escena, citaron medios locales, se parecía mucho a las protestas del Movimiento de los Paraguas, que en 2014 tomó el centro de Hong Kong por casi tres meses, para reclamar más democracia.

Los manifestantes de hoy siguieron la receta de los inconformes que abarrotaron la misma zona ocupada con sombrillas hace cinco años. De hecho, muchos habían participado en aquellas movilizaciones. Igual que aquella vez hubo una amplia organización, con puntos para tomar agua y algún refrigerio; también repartieron mascarillas y gafas para protegerse del gas pimienta, toallas y los simbólicos paraguas, para contener la embestida policial. Algunos estudiantes, incluso, se agruparon en comisiones para recoger basura y reciclar insumos.

El País pudo constatar las primeras líneas de la manifestación, donde se bloqueó el acceso al Parlamento: “estaban perfectamente organizados. Los de delante pedían agua o mascarillas y los de atrás pasaban las bolsas o botellas, en perfectos relevos. Bebida el agua o vaciadas las bolsas, se devolvían por el mismo sistema. Se notaba la práctica”.

Pero la policía también aprendió de la experiencia de hace cinco años y no demoró en despejar el área, a su modo.

El jefe de la policía hongkonesa, Stephen Lo, informó a la prensa que los manifestantes utilizaron “armas muy peligrosas, como barras de metal afiladas, tirándonos adoquines y barricadas. Son actos muy peligrosos”.

En una declaración televisada, la ministra jefa del Ejecutivo, Carrie Lam, condenó las protestas: “claramente ya no era una reunión pacífica, sino la instigación pública y organizada de unos disturbios”.

Los manifestantes aseguran que la ley que se pretende aplicar pone en peligro el principio “un país, dos sistemas”, que da a Hong Kong derechos y libertades que no existen en la China continental, cuyo gobierno prometió respetar durante 50 años, en 1997, cuando Reino Unido devolvió la soberanía de este territorio a Pekín; sin embargo, desde entonces, afirman los inconformes, China ha aumentado su interferencia en la administración del territorio.

Críticos también recuerdan las dudas sobre el opaco sistema legal chino, supeditado al Partido Comunista, y donde las organizaciones no gubernamentales denuncian casos de tortura, confesiones forzosas y leyes que permiten retener a los sospechosos en paradero desconocido.

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