Las consecuencias de que de nuevo esté al frente de la CNDH Rosario Piedra van a recaer directamente en los ciudadanos.
En lugar de tomar una decisión en la que la Comisión pudiera tener una cabeza con capacidad, sensibilidad y, sobre todo, independencia para defender los derechos ciudadanos, se optó por quien ha dirigido la CNDH como si fuera una extensión del Gobierno.
Aplicaron la aplanadora para imponer a Rosario Piedra sin reflexión alguna, rompiendo las reglas que ellos y ellas habían diseñado. Forzaron a legisladores de la mayoría a sumarse, a como dé lugar, a la candidatura de quien hace cinco años también fue impugnada por no tener el perfil idóneo para dirigir la Comisión, pero sí tener el visto bueno y la imposición de López Obrador.
¿Es malagradecido pero no tanto, o cómo?
Si nos atenemos a lo expresado por la Presidenta sobre la designación cabría interpretar que no necesariamente la impuesta presidenta de la CNDH tenía su apoyo. El “fue una decisión del Senado” pareciera ser más bien algo así como no metí las manos.
Los desfiguros del martes evidenciaron que desde fuera de la sede del Senado estaban tratando de imponer como fuere a Rosario Piedra. Lo que pasó en el pleno estuvo cargado de confrontación, lo que incluyó a la mayoría. El senador Javier Corral optó por hacerse a un lado, con razón, porque fue él quien encabezó el proceso, hubiera sido algo más que lamentable que lo hubiera avalado con su voto; lo único que llama la atención es que no hubiera visto lo que se venía con la cargada en favor de la impuesta.
La elección de Rosario Piedra ya es una mancha en la administración de Claudia Sheinbaum. Uno de los grandes elementos que a lo largo de muchos años han sido el eje de las protestas y exigencias de la izquierda han sido los derechos humanos. Lo que pasó ayer tira por la borda los muchos años de luchas en favor de los ciudadanos que han vivido en la adversidad y que con la CNDH tenían una ventana libre e independiente para sus demandas.
Dejaron en el cargo a quien les pidieron y exigieron, no a quien pudo ser electa a través de un proceso democrático, de méritos y capacidades más que de la imposición externa, lo cual, como decíamos ayer, puede incluir tanto al expresidente López Obrador como a las Fuerzas Armadas.
Fue profundamente desalentador ver cómo más de un legislador o legisladora de la mayoría tenía una opinión diferente a la de apoyar a Rosario Piedra, pero acabaron apechugando. Sabrán las razones por las cuales lo hicieron, el paso del tiempo colocará las cosas en su lugar.
Han colocado a quien querían, o a quien alguien quería, pero perdieron una batalla muy importante para la sociedad y para lo que llaman el pueblo de México. Los perfiles finalistas bien podrían representar las causas de la mayoría. Son mujeres que han hecho un trabajo acucioso, comprometido, reconocido en un ámbito de abierta (falta?), libertad y autonomía.
Cualquiera de las tres finalistas originales hubiera cumplido con creces su trabajo, entre ellas estaba el presente futuro de la comisión. Si la impugnada ha sido cuestionada por su gestión de cinco años, si fue mal evaluada en el proceso de selección, la pregunta es por qué la pusieron de nuevo al frente de la CNDH.
¿Cuál es la razón para continuar en la misma línea en un país que vive bajo violaciones sistemáticas de los derechos humanos, en todos los órdenes? ¿Cuál es la razón para dejarla en el cargo cuando no presentó ni una sola observación a las muchas demandas contra las Fuerzas Armadas?
En un tema clave para el país echaron el tiempo para atrás y ya se dieron el lujo de pasar la página.
RESQUICIOS.
Ante su inminente salida Ken Salazar suelta las manos. Ayer mandó un mensaje hasta Palenque que, más allá de que salgan en desaforada defensa del exinquilino de Palacio, alguien tendrá que explicarnos qué pasó en función de lo que dijo el cuasi exembajador; no vaya a ser que en el extremo alguien proponga aplicarle el 33.