Hace cinco años, el mundo se enfrentó a una crisis sin precedentes. La irrupción del Covid-19 transformó nuestras vidas, desnudó las debilidades de nuestros sistemas y puso a prueba nuestras convicciones. Nos aferramos a la idea de que la humanidad saldría fortalecida, que aprenderíamos de los errores, que seríamos mejores. No fue así.
La pandemia fue un espejo brutal. Reflejó la precariedad de los sistemas de salud, la improvisación de los gobiernos y la desigualdad estructural de nuestras sociedades. También expuso la fragilidad emocional de una humanidad acostumbrada a la inmediatez y la falsa sensación de control.
No avanzamos en la certeza del registro de los datos gubernamentales.

El “súper peso“
Es difícil determinar el número exacto de fallecidos por la pandemia. Las cifras oficiales hablan de 7 millones de muertes en todo el mundo, pero considerando el subregistro y el exceso de mortalidad, el saldo real podría superar los 15 millones.
Algunos gobiernos que fallaron y quedaron impunes.
Si algo quedó claro es que la pandemia no golpeó por igual. Hubo naciones que, con recursos y herramientas a su disposición, fallaron deliberadamente en su deber de proteger a la población. Un ejemplo paradigmático es el de Jair Bolsonaro en Brasil, cuya gestión fue calificada como criminal por una Comisión Parlamentaria de Investigación. Se estima que 607,000 muertes pudieron evitarse si el gobierno hubiera adoptado medidas adecuadas.
El informe recomendó que se le imputaran múltiples delitos, entre ellos:
Homicidio en sus diferentes modalidades
Malversación de fondos de seguridad social
Propagación intencional de una epidemia
Violación de medidas sanitarias
Curanderismo y charlatanería, por promover tratamientos sin base científica
Incitación al crimen y falsedad documental
A pesar de estos hallazgos, Bolsonaro no ha sido condenado judicialmente. Su caso no es aislado: la pandemia evidenció la impunidad con la que actúan algunos líderes y la incapacidad de la comunidad internacional para exigir responsabilidades.
La pandemia y la salud mental: otra crisis ignorada
Más allá de las cifras de contagios y muertes, el Covid-19 dejó un saldo invisible pero devastador: una crisis de salud mental que sigue sin atenderse.
En México, una encuesta de Unicef reveló que:
El 27% de los adolescentes y jóvenes experimentó síntomas de ansiedad.
El 15% reportó depresión en los últimos siete días.
El 30% señaló que la crisis económica afectó directamente su bienestar emocional. El impacto fue aún mayor en hogares con problemas económicos.
Cinco años después, la humanidad no salió fortalecida sino más polarizada, ansiosa y desigual. Los errores de la pandemia no han sido corregidos, y la memoria colectiva parece querer olvidarlos. Y esto se verifica haciendo una pregunta simple: si hoy hubiera una nueva pandemia ¿podríamos responder mejor? La respuesta es no.
