Prohibido prohibir. Frase maniquea de aparente corrección política y congruencia progresista. Le encantaba a López Obrador. La Presidenta Sheinbaum esquiva lo simplón, pero afirma que lo suyo no es determinar qué sí o qué no debe ser público y debatirse socialmente.
Los tiempos de segundos pisos ideológicos y políticos, lo mismo en Estados Unidos que en México, entrelazan asuntos aparentemente inconexos como la narcocultura, con los enfados metiches de Trump por el trasiego de fentanilo y la corrupción gubernamental en diversas regiones del país.
Así, un homenaje explícito al Mencho, líder del CJNG, en Guadalajara por parte de Los (ex)Alegres del Barranco, o la censura de Luis R. Conriquez en el palenque de la Feria de Texcoco, que provocó desmanes entre la enfiestada concurrencia, construyen conversación y demandan el posicionamiento presidencial.

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Después de lamentar la violencia en la famosa Feria del Caballo, la Presidenta volvió a la idea de crear una conciencia social que deje de festinar cierta música norteña, banda sinaloense o corridos tumbados, por citar los encriptados éxitos de la música que sirven como narrativa para su cooptación, por activas y pasivas, de jóvenes.
Y unos no tan jóvenes, pero afectos al ecosistema de la violencia como columna de vida.
“No prohibimos un género musical, eso sería absurdo, lo que planteamos es que las letras no hagan apología de drogas, de la violencia, de ver a una mujer como un objeto sexual. Queremos que se haga una conciencia social en el país y poco a poco dejen esos contenidos en los corridos”, dijo Sheinbaum.
Sustancia musical y también de series de televisión. ¿Cómo se transforma semejante cultura? El Gobierno federal no ha prohibido, pero hay estados que sí. Y ante ello, crecen los mercados negros, los conciertos a escondidas. ¿Con concursos de talento? Ya sabemos en donde acaba la prédica de parroquia cuando se apodera del púlpito de Palacio Nacional, con hechos y estadísticas que se burlan de los abrazos, no balazos y la consolidación de la ilegalidad como ruta para el aspiracionismo buchón.
No, transformar la gracia con que se consumen tamborazos, acordes y letras que pontifican armas, trocas y sexo, es con información. Reconocer como una noticia relevante que ciertas letras son mensajes entre bandas y cárteles que exaltan liderazgos criminales, que más allá de los estereotipos de oro, botas y sombreros, son ellos los que desaparecen y matan a hermanos, primos, los que dejan a familias huérfanas de padres.
Información para entender que dentro de cierto tipo de música, además de apología del crimen, hay mercadotecnia que hace accesible reclutar a nuestros hijos, hermanos y vecinos. No será la prohibición, será el periodismo de base el que dé insumos a una narrativa realista, que haga a todos corresponsables del aplauso o la cancelación en medios y redes sociales. Ése es el primer paso.
