Marina del Pilar Ávila, gobernadora de Baja California, articula mal su narrativa para controlar el daño a su imagen y, sobre todo, a su ejercicio del encargo público. “Tener visa (de Estados Unidos) no es requisito para gobernar”, dijo, quien reside del lado gringo de Cali-Baja.
La medida administrativa, pero cautelar, de retirar el visado a la gobernadora y a su esposo, Carlos Torres, se dio porque al menos uno de los dos está indiciado en un proceso judicial radicado, dicen, en Washington, D.C.
Que hoy por hoy ya no puedan cruzar la frontera, en efecto, como argumentaron en sus perfiles de redes sociales personales, Ávila y Torres, no los hace culpables de ningún delito. La segunda parte de esta lógica discursiva es que la cancelación de las visas es la antesala a que se haga público el expediente que alguna instancia policial federal tiene sobre al menos uno de ellos.

Lo que Sheinbaum no dijo
Eso es lo grave, la certeza de una acusación estadounidense pone en jaque la gobernabilidad en Baja California. La visa es irrelevante en términos políticos; sin embargo, debe ser un gran problema familiar, porque del lado de San Diego la vida de los Torres Ávila transcurre, transcurría, frecuente e intensamente.
De acuerdo con una nota publicada ayer en el portal estadounidense ProPublica, hay otro gobernador de estado fronterizo y también de Morena que estaría por unirse a la mandataria sin visa. Y un exlegislador morenista también.
Sería la DEA (Agencia para el Control de Drogas) la que orquestaría un operativo inédito en contra de políticos mexicanos, acusándolos de traficar drogas, cooperar para su traslado y lavar el dinero que produce esa red de acciones ilegales.
Lo que la administración Trump está impulsando, será un golpe de grandes dimensiones para el Gobierno de la Presidenta Sheinbaum. Sin embargo, la titular del Poder Ejecutivo en nada vería afectada su imagen por su congruencia de vida y por la prudencia de sus palabras. Fiel a los hechos y a las leyes, el gobierno de Claudia Sheinbaum está blindado contra los obuses de la DEA.
Morena es otra cosa. Y la leyenda de AMLO peor. Si como Tim Golden prevé en ProPublica, la cancelación de visas es apenas la punta del iceberg, entonces el discurso que durante lustros enarboló López Obrador sobre la erradicación de la corrupción y el endoso histórico de todas las grandes complicidades entre la política y el narco mexicano, caerán por tierra.
A partir de ello, la historia política cotidiana se redactará con referentes muy diferentes. La propaganda lopezobradorista dará otro espectáculo, acomodando los hechos a su autoasumida superioridad moral.
Nadie necesita visa para gobernar. Lo que se requiere es no estar preso. La legitimidad que la honestidad personal implica, sí que es condición para poder cumplir la idea empeñada de no ser como los de antes.