POLITICAL TRIAGE

Colombia reabre su herida

Montserrat Salomón. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

Colombia ha escrito los capítulos de su historia a sangre y fuego. Hace tres décadas el país estaba hundido en la violencia y Pablo Escobar manejaba los hilos del terror a su conveniencia. Magnicidios, secuestros y un estado total de crispación marcaba la normalidad de aquellos días. Luego, con grandes esfuerzos y pactos nacionales, vino una época en la que se logró, no sin los dolores de la mano dura, una cierta pacificación. Sin embargo, los cambios de gobierno y el resurgimiento del crimen y la inescapable corrupción, hicieron lo suyo para volver a atenazar a la sociedad colombiana.

El actual presidente, Gustavo Petro, representó un cambio radical en la historia del poder en Colombia. Muchos lo consideran el primer presidente genuinamente de izquierda en el país y llegó al mando acumulando una impresionante cantidad de votos. Esta alternancia puso a prueba el aparato democrático del país y las instituciones mostraron grietas por las que se coló la corrupción que nunca dejó de estar presente. Petro no ha podido con esa medusa y concentró la atención en un discurso anticuado de confrontación de clases sociales que poco hizo por la paz y que polarizó a la sociedad.

En este escenario llega la noticia del atentado contra el precandidato a la presidencia Miguel Uribe Turbay, un joven senador opositor miembro de la casta política y que presentaba un crecimiento meteórico en su carrera. En un pequeño mitin ante unas decenas de personas fue alcanzado por tres balazos y ahora se debate entre la vida y la muerte reviviendo los peores momentos del pasado político colombiano.

Petro reaccionó tarde, pero ha prometido esclarecer el suceso del que hasta el momento se sabe poco. Un muchacho de quince años fue el gatillero. La razón que dio: su familia necesitaba dinero y aceptó el trabajo por una cantidad irrisible que nos muestra la profundidad de la pobreza y la falta de esperanza dentro de un gran sector de la sociedad. Sin preguntas, sin ideologías de por medio. Por unas monedas se es capaz de matar en un mundo en el que sobrevivir se ha vuelto la única bandera política.

Cuando la clase política y empresarial se separa tanto de la realidad del pueblo que vive en pobreza, estos eventos irracionales proliferan. Son signo de la división y de una realidad disímbola. Para unos el debate de ideas, principios y planes es posible, mientras que para otros es una apuesta válida el sacrificar la propia vida en un acto desesperado por una semana de pan para la familia. Mientras no entendamos este drama y busquemos cerrar las brechas sociales, no habrá una plataforma política que valga para buscar el desarrollo del país. Estamos juntos en el mismo barco y la cadena es tan fuerte como lo es su eslabón más débil.

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