Irmgard Emmelhainz, académica y escritora mexicana, viajó a Palestina entre 2007 y 2016, mientras cursaba un doctorado en la Universidad de Toronto. El tema de su tesis doctoral era el tratamiento de la ocupación israelí de los territorios palestinos en el cine de Jean-Luc Godard. Entre los años 60 y 70, el cineasta francés, primero, en colaboración con Jean-Pierre Gorin, y luego con Anne Mariel Miéville, desarrolló varios proyectos fílmicos en los que recreaba la resistencia palestina.
Godard también reflexionó sobre los alcances y límites de la representación artística de causas políticas, especialmente, cuando se lanzan desde países centrales de Occidente y discurren sobre la condición colonial de naciones periféricas. En esa misma línea de tensión se coloca el libro de Emmelhainz, El cielo está incompleto. Cuadernos de viaje en Palestina, que primero editó Taurus en 2017 y ahora rescata, en versión aumentada, Siglo XXI.
Emmelhainz llegó a Ramallah en 2007, cuando se ahondaba la escisión entre Hamas, la organización islamista que surgió de las Intifadas, y la OLP y Fatah, que controlaban Cisjordania. Aquella crisis política dentro del frente palestino, que no fue ajena a la presión de Israel, Estados Unidos y los grandes mundiales, produjo un giro en la relación entre las izquierdas occidentales y la causa palestina, que comenzó a ser percibida como parte del yihadismo global en tiempos de la llamada “guerra contra el terror”, que siguió al derribo de las Torres Gemelas.

Arropo al agente discriminado
La bitácora de viajes de Emmelhainz está llena de guiños melancólicos a una época en que la solidaridad con Palestina formaba parte del zeitgeist de la izquierda tercermundista: la descolonización norafricana, Vietnam, Cuba, Chile, Nicaragua, Chiapas… En la primera década del siglo XXI, con la centralidad de Al Qaeda y la segunda guerra del Golfo Pérsico, la causa palestina comenzó a perder visibilidad en la medida en que Hamas desplazaba a la Autoridad Nacional Palestina como entidad líder de la resistencia a la ocupación.
En Qalquilya, otra ciudad de los territorios ocupados, la escritora visitó el zoológico donde se encontraba la jirafa Brownie, que murió tras un bombardeo de Israel contra Hamas. El artista austriaco Peter Friedl presentó en Documenta 12, en Kassel, una instalación que se basó en la disecación de la Brownie original. Emmelhainz se pregunta si en una época en que la solidaridad con Palestina ha perdido sus resortes, la acción artística de Friedl logró reactivar corrientes de identificación con la causa de esa nación intervenida.
Un poco después, en los años de la Primavera Árabe, los Indignados y Occupy Wall Street, la escritora vuelve a cuestionarse dónde queda Palestina en el nuevo mapa de los movimientos de indignación global. Otra vez, confirma el avance de una invisibilidad oprobiosa, que puede tener explicaciones geopolíticas muy precisas, pero que al final remite siempre a la negación del carácter de Estado soberano a la nación palestina por parte de Israel y sus aliados.
En una de las notas de sus cuadernos, la ensayista mexicana comenta la protesta de 2010 contra el muro de Bil’in, en Cisjordania, que como el apartheid sudafricano separa a palestinos de israelíes. En aquella protesta, que cada año adopta nuevas formas, cinco activistas, palestinos e israelíes, se disfrazaron de personajes de la película Avatar (2009) de James Cameron. A pesar de su eficacia mediática momentánea, la performance corría el riesgo de disolver las alteridades en pugna.
El libro de Irmgard Emmelhainz cobra una actualidad irreductible en los últimos años, tras la desenfrenada ofensiva israelí en Gaza, que siguió a los ataques y la captura de rehenes por Hamas el 7 de octubre de 2023. Estos cuadernos, escritos con una honestidad desafiante, ofrecen una plausible explicación de cómo se ha llegado a tales grados de exterminio y silencio en torno a Gaza.
