En su “sermón de la montaña”, Jesucristo dijo: “Bienaventurados los pobres, porque de ellos será el reino de los cielos”. Esta frase lapidaria ha sido interpretada de mil maneras, algunas de ellas ingenuas, y otras incluso disparatadas. Se ha afirmado que esta promesa no ayuda a la lucha contra la pobreza, porque si uno hace cálculos, podría suponer que es preferible que los pobres sigan siendo pobres, ya que de esa manera tendrán asegurado el reino de los cielos. Este tipo de cálculos son absurdos y pierden de vista la esencia del mensaje de Jesucristo.
La primera Exhortación Apostólica Dilexi tei, del Papa León XIV, se ocupa, precisamente, del tema de la pobreza. El documento merece un examen detallado y extenso que no puedo hacer en este artículo. Apenas haré un par de comentarios sobre dos partes del documento que me parecen destacables.
León XIV señala que la limosna no goza de buena fama, incluso entre los católicos. Sin embargo, ningún cristiano puede renunciar a ella. Recuerdo que hace algunos años se volvió costumbre en sectores privilegiados no dar limosna. Alguna vez, cuando ofrecí una moneda a un indigente, un amigo me regañó y me dijo que la limosna no ayudaba a resolver los problemas sociales, que las soluciones iban por otro lado, como, por ejemplo, el estímulo a la inversión para que la economía creciera y pudiera ofrecer un empleo a quienes van mendigando por las calles. El reto, me dijo mi amigo, es que los más pobres pasaran de depender del asistencialismo a recibir el salario mínimo. Ese tipo de argumentos estrechos pierde de vista que incluso una moneda puede ser lo que le permita a una persona comer durante el día. Pero, además, dar limosna es una manera de compartir con los demás, sobre todo con los necesitados, lo que uno tiene, sea mucho o poco, es decir, es una forma de la caridad cristiana.
León XIV recuerda en su Exhortación la opción preferencial por los pobres adoptada por la Iglesia latinoamericana en el siglo pasado. Esa opción no es invento reciente, sino una tradición que parte de Jesucristo y atraviesa toda la historia de la Iglesia. Sin embargo, no siempre se ha recordado que Jesucristo se hizo pobre y que, por lo mismo, la Iglesia debería hacer lo mismo. El Papa se refiere a “la pastoral de la élite”. La frase es durísima si toma en cuenta que algunos miembros de la Iglesia se han dedicado a eso, a cultivar a las élites políticas, económicas y profesionales para acercarse al poder e incluso disfrutar de la cercanía a ese poder. Por desgracia, en México conocemos casos como los anteriores. Marcial Maciel supo aprovecharse de sus relaciones con la élite para recibir recursos enormes, pero, además, para algo peor, para que sus redes de complicidad le garantizaran impunidad.

