Volver al futuro (1985), de Robert Zemeckis, es una de las mejores películas de ciencia ficción de los años 80.
Una década desbordada tanto por películas que dominaron la cultura popular como por cintas de culto, en su momento rechazadas por la audiencia, hoy consideradas obras cumbre de la ciencia ficción.
Viajar en el tiempo siempre ha sido algo novedoso e inquietante. La concepción de viajar al pasado o al futuro es parte de la imaginación humana basada en la ciencia y en la fantasía. Volver al futuro cambió miradas y esquemas cinematográficos cuando invadió las pantallas en 1985.
Esta mítica película, bajo la pluma del propio Zemeckis y de Bob Gale (el coguionista) y del apoyo incondicional de su productor Steven Spielberg, entendió lo que muchas otras no entendieron: viajar en el tiempo, o al menos la teoría de hacerlo, es divertido, emocionante y hasta escalofriante. Es una experiencia marcada por la adrenalina y por el límite de nuestros sentidos.
Se lograron fusionar los mejores ingredientes de la ciencia ficción con algo que de alguna manera es inherente en todos nosotros: los dramas familiares cercanos a la realidad de muchos, apuntalados por personajes que acabaron por marcar nuestra memoria fílmica.
La película sostiene retratos multidimensionales sobre la maternidad y la paternidad y conflictos generacionales que caracterizan las relaciones entre padres e hijos, preservando aquella reflexión, sensible y cercana, “sólo podemos entender a nuestras madres y a nuestros padres cuando vemos que ellos alguna vez también fueron jóvenes, también cometieron errores y pasaron por muchas de las mismas situaciones que nosotros”. Esto es lo que define a Volver al futuro, porque dentro de toda la parafernalia, articulada por la maravilla técnica y los pioneros efectos visuales, está la necesidad de conectar los unos con los otros, de comprender lo que cada quien vive y sufre a su manera. En el corazón de la trama está el poder humanizar a nuestros padres, desmitificarlos y verlos como a uno.
Viajar en el tiempo suena como una aventura que a todos nos gustaría vivir y eso es lo que motiva a Marty McFly (el prodigioso, Michael J. Fox) a documentar la invención para acabar con todas las creaciones del excéntrico Doc Brown (Christopher Lloyd) — una máquina del tiempo en un coche DeLorean —.
Al final, Marty utiliza esa máquina del tiempo, no para el avance de la ciencia, sino para poder reavivar el amor entre sus padres distantes. Éste es uno de los mejores ejemplos del cine contemporáneo, el género y la forma existen para servir a lo que más importa: la historia y los personajes.
Una razón más para volver a disfrutar este clásico en su regreso a cartelera, celebrando su cuadragésimo aniversario. Hay que ver Volver al futuro, precisamente como se concibió en su origen: EN EL CINE.