Es lamentable cuando el foco de nuestra conversación es la violencia, la injusticia, la impunidad y los actos terribles que cometemos los unos contra los otros, en un mundo sometido cada vez más por la polarización y por las visiones extremas que no cesan.
Hoy, considerando la violencia y las diferentes vertientes de las crisis humanitarias en Michoacán, en México, en Gaza, en Ucrania y en muchas otras regiones del mundo, es virtualmente imposible como ciudadanos del mismo planeta, ignorar lo que está sucediendo.
Sin señas particulares (2020), de la escritora y directora Fernanda Valadez, es una película que explora la naturaleza de la violencia, afrontándola sin reservas, llegando al corazón de la oscuridad del ser humano, con un discurso cinematográfico que provoca inquietudes y duras reflexiones que trascienden en la mente y en el corazón.

Góbers felices en el sorteo
La trama sigue la historia de tres personajes: Magdalena (Mercedes Hernández), su hijo Jesús (Juan Jesús Varela) y un migrante repatriado, Miguel (David Illescas).
Magdalena, como miles de mujeres en nuestro país, se resignó a la cruenta realidad de vivir en una constante situación económica y laboral adversa. Sin oportunidades, su hijo, Jesús, parte de casa. Acompañado por su mejor amigo, aborda un camión hacia la frontera del país con el anhelo de cruzar a Estados Unidos. Demasiado tiempo ha pasado y Magdalena no ha tenido contacto con su hijo. Sabe que algo está mal. Comienza una búsqueda implacable, sin éxito alguno, por todas las instancias a su disposición. La historia de Magdalena y la de su hijo se hila, con un lenguaje narrativo elegante y sobrio, con la historia de Miguel. Expulsado del país del norte como otros cientos de migrantes, regresa a un México que ya no conoce, basado meramente en el recuerdo.
Los caminos de Magdalena y Miguel convergen. La violencia, la punta de lanza de los voraces grupos criminales y narcos del país, no tarda en alcanzarlos.
Magdalena, en un golpe de suerte, logra encontrar a uno de los pasajeros que viajaban en el mismo camión con Jesús. El relato de lo sucedido es escalofriante. El destino de su hijo es lo contrario de lo que ella imaginaba y eso hace que la realidad sea todavía más aterradora.
Han sido contadas las ocasiones donde he visto una representación de la maldad y de sus bifurcaciones como en el caso de Sin señas particulares. Plantea claramente las consecuencias en las vidas de sus víctimas y en una sociedad vulnerable como la nuestra, pero va más allá de eso. En una expresión visual, sonora y atmosférica excepcional, la película de Valadez nos invita a preguntarnos qué es lo que nos lleva a todo esto. ¿Qué permanece, prospera y se inmiscuye entre el tejido de la humanidad?, ¿de qué forma y cómo se manifiesta esta maldad, tan intrínseca en nosotros?, ¿qué es lo que habita en lo más profundo de nuestra existencia y nos destruye? Destruye todo. ¿Cómo se ve y se escucha la maldad en nuestro mundo?
