A cuestas con la Doctrina Monroe

A cuestas con la Doctrina Monroe
Por:
  • rafaelr-columnista

En la última sesión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Venezuela, el embajador ruso, Vasili Nebenzya, sostuvo que la “injerencia flagrante de Estados Unidos en Venezuela es una reencarnación de la Doctrina Monroe”. Recordaba Nebenzya que el presidente Donald Trump, en la Asamblea General de la ONU de 2018, había desempolvado la tesis concebida por el secretario de Estado John Quincy Adams, en 1823, aunque atribuida al presidente James Monroe, según la cual Estados Unidos debía proteger el hemisferio de la “intrusión de potencias extranjeras expansionistas”.

Trump no aludió explícitamente a la Doctrina Monroe, pero su primer secretario de Estado, Rex Tillerson, sí lo hizo, en la Universidad de Texas, en Austin, en febrero de 2018, antes de una gira por América Latina. Tillerson se refería entonces, estrictamente, al aumento de la influencia económica de China en América Latina. Sin embargo, Trump parecía apuntar también a Rusia, en un esfuerzo por tomar distancia de Vladimir Putin en medio de las pesquisas del fiscal Robert Mueller sobre la llamada “trama rusa” en las elecciones de 2016.

“Las invocaciones de la Doctrina Monroe, en el lenguaje de líderes de EU o Rusia, parece una transferencia de viejos modelos de las relaciones internacionales a la nueva complejidad geopolítica del siglo XXI. EU no está en disposición de desplazar a China en el comercio latinoamericano”

El reemplazo de Tillerson, cercano a Rusia, por Mike Pompeo, un funcionario de larga data en los servicios de inteligencia de Estados Unidos, coincidió con aquel distanciamiento entre Trump, Putin y el Kremlin. En su intervención en el Consejo de Seguridad, Nebenzya retomaba la Doctrina Monroe para aludir específicamente a la fricción entre Estados Unidos y Rusia por Venezuela. Una fricción geopolítica, con un peligroso flanco militar, dada la colaboración estrecha entre Putin y Nicolás Maduro en materia de defensa.

La Doctrina Monroe ha tenido sucesivas reinterpretaciones a lo largo de dos siglos, como advirtió en su momento el historiador mexicano Carlos Pereyra. En su libro El mito de Monroe (1914), Pereyra señalaba que no había una sino varias Doctrinas Monroes. La primera, de 1823, buscaba una alianza de las repúblicas americanas contra las monarquías europeas, luego de las revoluciones de independencia. Luego vendrían otras, a mediados del siglo XIX y principios del XX, como las que se utilizaron para justificar las guerras de 1847 y 1898, que favorecían el expansionismo y la hegemonía continental de Estados Unidos.

Venezuela, por cierto, fue escenario de una de aquellas reformulaciones de la Doctrina Monroe, a principios del siglo XX. En tiempos del dictador Cipriano Castro, entre 1902 y 1903, cuando se produjo un bloqueo de los puertos de La Guaira y Puerto Cabello por potencias europeas (Gran Bretaña, Alemania, Italia), para obligar a Caracas a pagar sus deudas externas, Estados Unidos no intervino. Aquella excepción a la Doctrina Monroe provocó como reacción la Doctrina Drago, formulada por el canciller argentino Luis María Drago, que se oponía a la intervención militar en América Latina para resolver diferendos de deudas externas.

“En tiempos del dictador Cipriano Castro, cuando se produjo un bloqueo de los puertos de La Guaira y Puerto Cabello por potencias europeas (Gran Bretaña, Alemania, Italia), para obligar a Caracas a pagar sus deudas externas, Estados Unidos no intervino”

Con las cañoneras o con los dólares, con la diplomacia o los embargos, toda política de Estados Unidos hacia América Latina es asociada con alguna versión de la Doctrina Monroe. El embajador Nebenzya, que de joven trabajó en la cancillería de la Unión Soviética, sabe que en la Guerra Fría, durante décadas, la estrategia de Washington hacia América Latina fue vista como aplicación de la Doctrina Monroe a la contención de la influencia regional de Moscú. Nada más fácil que recurrir a la misma fórmula para hablar del rompecabezas geopolítico del conflicto venezolano.

Las recientes invocaciones de la Doctrina Monroe, en el lenguaje de líderes de Estados Unidos o Rusia, parece una transferencia de viejos modelos de las relaciones internacionales a la nueva complejidad geopolítica del siglo XXI. Estados Unidos, sobre todo en la era Trump, no está en condiciones ni en la disposición para desplazar totalmente a China en el comercio latinoamericano, ni a Rusia en el control militar del hemisferio.