Bachelet y Maduro

Bachelet y Maduro
Por:
  • rafaelr-columnista

En su libro Cuba. Viaje al fin de la Revolución (2018), el escritor chileno Patricio Fernández narra el viaje de la presidenta Michelle Bachelet a Cuba en febrero de 2009. Era la primera visita de Estado de un mandatario chileno desde la apoteósica de Salvador Allende en 1972. La presidenta, que se formó en la militancia de izquierda contra la dictadura pinochetista, llegaba a La Habana con la ilusión de que quien va a encontrarse con viejos ídolos.

Cuenta Fernández que tras reunirse con Fidel Castro, en una de esas peregrinaciones de líderes de la izquierda latinoamericana a la casa de convalecencia del Comandante, el entonces poderoso empresario chileno Max Marambio dio una fiesta a la presidenta y su delegación. Al día siguiente Bachelet debía regresar a Chile, pero la fiesta se aguó en la madrugada cuando un miembro de su equipo le informó que Fidel Castro, en uno de sus editoriales en Granma, había demandado a Chile la salida al mar de Bolivia.

La presidenta voló de vuelta a Santiago, donde tuvo que hacer frente a las declaraciones provocadoras de Castro, que implicaban un emplazamiento desde la oposición de izquierda o de derecha. De un lado, la opinión pública chilena le reclamaba que fuera a Cuba a reunirse con dos ancianos dictadores. Del otro, le exigían hacerle caso a Fidel e iniciar una negociación con el gobierno de Evo Morales para conceder acceso al Pacífico al país andino.

Esta historia de doble fuego ha vuelto repetirse durante el reciente viaje de Bachelet a Caracas, como Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. La ex presidenta se reunió tanto con el gobierno de Nicolás Maduro como con líderes de la Asamblea Nacional opositora y el equipo de Juan Guaidó. En sus declaraciones, Bachelet fue inequívoca al asegurar que en Venezuela tiene lugar una crisis humanitaria, cuyas causas son endógenas, y que el régimen madurista ha violado derechos humanos en su reacción represiva contra las manifestaciones opositoras.

La manera en que Maduro trató a Bachelet recuerda a Fidel Castro. Mientras la despedía en el Palacio de Miraflores, siguiendo toda la etiqueta protocolaria, ordenó al temible Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebín) que arrestara a cuatro oficiales del Ejército, a los que acusó de conspiración. Los familiares de los militares informaron a organismos de derechos humanos que se encontraban “desaparecidos” o en “paradero desconocido”. Bachelet, recién llegada a Nueva York, tuvo que hacer una nueva declaración, demandando respeto al debido proceso.

Días después se supo que uno de esos militares, el capitán Rafael Acosta Arévalo, murió durante el cautiverio. Su esposa, Waleska Pérez, ha dicho que falleció como consecuencia de las torturas de la policía política madurista. Bachelet, una vez más, exigió transparencia y una investigación creíble, en un nuevo capítulo de los desencuentros entre la izquierda democrática y la autoritaria en América Latina.