La captura del asesino de niñas

La captura del asesino de niñas
Por:
  • bernardo-bolanos

Le ofrecía a pequeñas, perdidas, llevarlas a su casa. En el camino, les quitaba la vida en rincones abandonados y poco iluminados, como obras de construcción.

Tan sólo entre febrero y noviembre de 1929, Peter Kürten cometió ocho asesinatos, en Düsseldorf. Sé del caso porque Fritz Lang dirigió una película llamada M acerca de él; filme considerado por muchos expertos entre los 100 mejores de toda la historia. Pero sería infame hablar del arte por el arte en medio de nuestro dolor por la muerte de Fátima. Pretendo, más bien, buscar un asidero mental en el arte, por la sociedad.

La otra alternativa es el silencio: no opinar, no analizar. Callarse el hocico. Para Fátima, cualquier cosa que hagamos ya es tardía; pero, por el resto de los niños, vale la pena pensar.

Fritz Lang y su esposa leían los diarios, incluidos los de nota roja (sí, la nota roja puede ser informativa, sin necesariamente llegar a extremos intolerables de humillación a las víctimas). Cuando Kürten fue arrestado, en mayo de 1930, el guion de la cinta M ya había sido escrito, de modo que la película no es un documental, ni un relato de no ficción. Es un sorprendente ejemplo del afán de la sociedad alemana por resolver el caso.

La policía germana recibió entonces, por parte de la población, alrededor de 12 mil indicaciones sobre la posible identidad del asesino. De ellas, tres eran referencias a Kürten. Esa participación social se ve reflejada de manera central en la película de Lang, donde quien resuelve el caso no es la policía sino un mendigo ciego, con la ayuda de modestos maleantes de la ciudad.

En México, en cambio, la participación ciudadana en el sistema de justicia no ha aumentado, al contrario. Por un afán hipergarantista que ni siquiera comparten muchas democracias avanzadas, está prohibido que los medios divulguen el nombre de los sospechosos. En contraste, usted no leerá en Le Monde oblicuas referencias a un “Pierre X” o una “Sophie Z”, ni verá barras ocultando sus rostros en las fotografías. Leerá noticias completas.

No se puede hablar sobre criminología y evadir mencionar sangre. Pero, para no “abonar al horror”, algunos quisieran que la prensa y las autoridades no aclararan si a la pequeña Fátima le quitaron los órganos para traficar o si abusaron sexualmente de ella. Esos detalles circulan de todos modos en las redes, pero como rumores y chismes sin fiabilidad. Y eso no ayuda.

Tampoco hay transparencia sobre el actuar de los jueces. Solamente presenciando una audiencia sabemos si un juzgador ha sido absurdamente exigente, a costa de la sociedad, al liberar a un acusado. Pero a veces ni siquiera hay reporteros en las audiencias e, incluso, los mismos jueces suelen ordenar restringir la publicidad. En resumen, estamos a oscuras en una casa de sustos. Recibimos las filtraciones y notas que quiere el poder, los retratos hablados que la autoridad elige difundir. Al limitar así nuestro derecho a la información, también nos impiden colaborar con la justicia.