Brexit: el precio del populismo

Brexit: el precio del populismo
Por:
  • montserrats-columnista

A Theresa May se le viene el mundo encima al cerrarse la ventana para lograr un acuerdo de salida para el Reino Unido de la Unión Europea. La fecha definitiva es el próximo 29 de marzo y una cumbre de emergencia en noviembre es lo único que separa al Brexit de un abandono sin ningún tipo de salvaguarda.

May y su nuevo Fiscal General, Geoffrey Cox, batallan para hallar una fórmula jurídica que permita resolver el espinoso tema de Irlanda, un p30aís que votó en contra de la separación pero que está siendo arrastrado con el Reino Unido al exilio. Bruselas exige que se evite crear nuevamente una frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte —un asunto que ya trajo gran violencia en el pasado— al tiempo que el Reino Unido no quiere que, al no presentarse esa frontera con la Unión Europea, la frontera —de facto— se forme entre las Irlandas y el resto del Reino Unido, afectando su integridad territorial. Es un problema prácticamente irresoluble.

La propuesta de May es, simplemente, aplazar la salida del territorio aduanero de todo el Reino Unido durante el llamado periodo de transición (hasta culminar diciembre de 2020) en espera de un acuerdo definitivo en temas comerciales. Sin embargo, Bruselas mira con suspicacia este tipo de propuestas porque lograría que el Reino Unido tuviera todas las ventajas comerciales sin estar sujeto a las regulaciones y normativas que la UE acata, por lo que una salida sin acuerdo es cada vez más factible.

El gobierno de May, trabaja contemplando el peor escenario y ya busca realizar tratados comerciales con los países nórdicos y ensayar un tratado con la misma UE, como el que logró Canadá. Sin embargo, es claro que el tema de Irlanda tendrá fuertes repercusiones y que puede terminar calentando una región que tardó mucho en pacificarse.

Ante este escenario, los empresarios del Reino Unido y las transnacionales manifiestan franco nerviosismo y cada vez son más las voces que exigen un nuevo referendo que pueda dar marcha atrás al Brexit. La votación fue tan cerrada, que muchos analistas consideran que el resultado de un nuevo referendo podría ser diferente. Considerando que los jóvenes mayoritariamente se inclinaron por el “no”, el ingreso de una nueva generación al padrón electoral más la reconsideración de algunos votantes moderados ante la crisis actual, son razones suficientes para que los detractores del Brexit pugnen por una nueva consulta.

Tengamos o no una nueva consulta, dos cosas quedan claras: por un lado, Bruselas no permitirá que la osadía del Brexit quede impune, el impacto económico será real, y, por otro lado, debemos aprender que las consultas populares no están para definir temas técnicos de gran calado para el futuro de las naciones.