Es la violencia

Es la violencia
Por:
  • Carlos Urdiales

México tiene miedo, 2019 fue el año más letal, en el país hay más desaparecidos que los que golpes militares y dictaduras dejaron en Chile o Argentina, el conteo de muertos es rutina, la estadística criminal, paisaje. Las imágenes de la violencia superan la ficción y la barbarie se esparce.

De tanto en tanto algún caso rompe la monotonía del horror y el miedo; el secuestro sin rescate de algún hijo o hija de alguien destacado convierte en activistas permanentes a padres huérfanos; la desaparición forzada de 43 normalistas de Ayotzinapa o la ejecución de madres y niños en Bavispe, Sonora, nos consternan cuando pensábamos haberlo visto todo.

En Torreón, Coahuila, un niño de 11 años mató y se suicidó en su escuela. El gobernador Miguel Riquelme habló de la posible influencia de un videojuego sobre el adolescente, la prensa encontró similitud entre su atuendo con el de uno de los dos perpetradores de la masacre de Columbine, en 1999; analistas de redes sociales dudan, RTC envió un aviso a todas las televisoras y radiodifusoras con los lineamientos y observaciones legales y normativas para el manejo de la información; el secretario de Educación, Esteban Moctezuma, se conmovió ante la tragedia y abrió un canal de comunicación permanente con las autoridades estatales; el Colegio Cervantes emitió un comunicado para informar su azoro, pesar y atención a su comunidad escolar. Alfonso Durazo ofreció el respaldo del Gabinete de Seguridad. El Presidente lamentó este hecho que nos produjo consternación sobre consternación.

Un día antes, la policía de la CDMX detuvo a un joven de 14 años, hijo del fallecido capo de Tláhuac, El Ojos, secuestrando a una mujer junto con otros tres adolescentes. Ayer hubo balacera y persecución en Periférico sur, lío de narcos.

Al finalizar 2019 el suicidio de una alumna del ITAM hizo colectivo el debate sobre el estrés académico y sus consecuencias extremas. Dos escuelas nacionales preparatorias y una facultad de la UNAM permanecen en paro como protesta por acoso y violencia.

Agresiones que nos estallan, marchas feministas que gritan su hartazgo y proclaman el fin de la tolerancia como insana costumbre. La violencia es un monstruo de mil cabezas, el rostro de una derrota colectiva ajena a narrativas moralizantes; lastre nacional que minimiza éxitos y fracasos en todos los frentes del amplio panorama nacional. La tragedia de ayer en el Colegio Cervantes de Torreón nos consternará a todos hasta que algo más brutal y violento ocurra.

Choque FGR-UIF. El debido proceso que persigue en todo expediente la Fiscalía General de la República colisionó con las prisas de la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda, para atacar la economía del crimen y la corrupción. Alejandro Gertz Manero habló y su voz fue escuchada por el Presidente López Obrador, quien quedó de planchar el tema con Santiago Nieto, “es cosa que nos pongamos de acuerdo en qué se puede informar y qué no, nada más”.

AMLO capoteó el reclamo del fiscal y justificó a la UIF en aras de la celeridad y contundencia de pegar donde duele a los que roban. Por un lado, está la autonomía de la FGR y su búsqueda de profesionalismo y pulcritud jurídica, para darle a los mexicanos más justicia y menos impunidad aun con un marco jurídico defectuoso, puerta giratoria que saca, apenas entran, a los delincuentes. Una reforma judicial que demanda revisión urgente por parte del Legislativo y con la cual la FGR debe lidiar.

Por el otro está la hiperactividad de una UIF sedienta de reflectores, golpes mediáticos que construyen una imagen de efectividad, pero con el riesgo latente de descarrilar sonoros casos al violar la presunción de inocencia que debería prevalecer en cuanta carpeta de investigación trabaje o coadyuve el Ministerio Público Federal. Los afanes protagónicos de la UIF pueden entorpecer la sustantiva tarea de la FGR.

Dice el Presidente López Obrador que todo será cuestión de hablarlo y ponerse de acuerdo. Lo cierto es que también será cosa de que todo el aparato público trabaje coordinado por una normativa clara de observancia general; la institucionalidad no puede estar sujeta a acuerdos bilaterales.