Antonio Michel Guardiola

La crisis humanitaria en la frontera

ARISTAS

Antonio Michel Guardiola*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Antonio Michel Guardiola
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La discusión sobre la visita del presidente López Obrador a Washington se centró en la forma y no en el fondo. Lo más importante no es si Biden le dio mucho espacio o no; lo crítico es que hay una crisis humanitaria en la frontera y sus soluciones, como las personas migrantes, se encuentran estancadas entre muros político en ambos lados. México se ve rebasado administrativamente para controlar los flujos migratorios, mientras que el gobierno de Biden se encuentra en la encrucijada entre cumplir sus promesas de campaña o enfurecer a una parte de la población.

Los acuerdos de este encuentro bilateral se limitaron a una propuesta de invertir 1,500 millones de dólares en seguridad fronteriza – aunque no se especificó a qué se destinarán los recursos – e inversiones conjuntas en Centroamérica para eliminar las causas raíz. Ambas rendirán frutos en el largo plazo. Sin embargo, la bomba de tiempo estallará pronto si los gobiernos de la región no actúan a la brevedad.

El año fiscal 2021 cerró con más de 1.7 millones de aprehensiones en la frontera registradas por las autoridades fronterizas (CBP, por sus iniciales en inglés) de Estados Unidos; se estima que este año la cifra supere los 2 millones, un pico histórico. El año pasado México también superó su récord con más de 300 mil detenciones de personas migrantes.

Lo más grave es que no hay un cálculo que determine la cantidad de personas que permanecen en territorio mexicano al no poder cruzar al otro lado, ser devueltos por autoridades estadounidenses o no ser identificados por los mexicanos. Podrían ser cientos de miles de personas, sin capacidad legal de trabajar en México, que esperan un nuevo intento de cruzar a EE.UU. o simplemente se convierten en presas del crimen organizado.

En 2020 hubo pocas detenciones fronterizas, en parte por las políticas de Trump pero principalmente por efectos de la pandemia. Las alzas en los años posteriores se explican por: 1) la crisis económica; 2) la ola de violencia; y 3) las promesas que anunció Biden de un gobierno más abierto a la migración y la posibilidad de aspirar a la ciudadanía. Los grupos de traficantes de personas no desaprovecharon para difundir el mensaje esperanzador de mayor facilidad para cruzar para multiplicar las caravanas y los flujos migratorios. Cabe destacar que, en promedio, estos traficantes cobran entre 5 y 6 mil dólares por persona que desea migrar, lo cual incrementa el riesgo a la trata de personas y a la extorsión posterior.

En el lado mexicano, el gobierno de López Obrador inició con un discurso de abrir las puertas a las personas migrantes, por lo que la frontera sur vio incrementos súbitos de personas que solicitaban refugio o una visa humanitaria. Pocos meses después, Trump amenaza con subir los aranceles en caso de que México no controlara el flujo de migrantes. México dio un giro de 180 grados a su política migratoria y desplegó a la Guardia Nacional a lo largo de la porosa frontera sur. Las violaciones de derechos humanos y el maltrato a los migrantes se intensificaron. Empero, no sirvió para disminuir los flujos ni la corrupción de autoridades.

Ambos países necesitan actualizaciones y reformas a sus marcos legales en torno a la migración. La Ley Federal de Migración mexicana es de 2011, cuando la demografía, la cantidad y los motivos de la migración eran diagonalmente opuestos a los actuales. Antes viajaban más varones que mujeres; más adultos solteros que familias. Ahora la gente migra por seguridad, violencia, cambio climático y precariedad, no sólo por mejores condiciones económicas. Además, la política migratoria mexicana no refleja la realidad: aproximadamente el 80% de las personas que cruzan de manera ilegal a México no tiene como objetivo permanecer en nuestro país.

En Estados Unidos, la modificación legislativa reciente más relevante tiene casi dos décadas. Es obsoleta. Las decisiones respecto de la separación de familias, las solicitudes de asilo, la capacidad de las cortes migratorias y las acciones del Ejecutivo responden a necesidades inmediatas y a la improvisación. Se requiere de una reforma migratoria robusta y una cooperación estrecha con México para hacer frente a los desafíos migratorios.

Biden parece ignorar que una parte significativa del apoyo que recibió en 2020 fue por la visión contrastante en migración respecto de su antecesor. Más allá de cumplir sus promesas, ha replicado medidas de Trump como “Permanece en México”, el Título 42 y la separación de menores de edad. La decepción es notoria no sólo en su partido, sino entre los hispanos, quienes, de acuerdo con encuestas recientes, reflejan una aprobación de apenas el 26% de este presidente. Ahora son la minoría más grande y podrían transpolar su apoyo a los republicanos en las elecciones intermedias si Biden concreta sus anuncios.

López Obrador pidió a su homólogo estadounidense que nos otorgue visas de trabajo. La solución – misma que ignoró Biden – no es pedir 150 mil visas. Eso apenas cubre las 120 mil personas migrantes estancadas en Tapachula, Chiapas. Pareciera que sólo importa la migración cuando se establece en EE.UU. y celebramos sus remesas, pero no atendemos las etapas previas. México debería convertirse en un aliado estratégico para EE.UU. y aprovechar esa posición, en vez de resolver unilateralmente un problema conjunto.

En tiempos críticos de medio ambiente, pobreza e inseguridad, no debe sorprendernos que la migración se exacerbe. Promesas vacías de políticos sólo llenarán los corredores migratorios trazados por la desesperación. Un muro podrá detenerlos temporalmente, pero el impulso que mueve a este fenómeno derribará cualquier obstáculo mientras los gobernantes no entiendan que la migración es humana, no política; y, por lo tanto, la crisis a resolver no es migratoria, sino humanitaria.