La amenaza sigilosa

Distopía Criolla

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Por:

En días pasados, junto a varios colegas, tuvimos una amena discusión con el profesor Adam Przeworski (1). Experto en temas que abarcan los fundamentos de la democracia, así como los nexos de ésta con el capitalismo y la política socialdemócrata, Przeworski compartió su más reciente análisis sobre las amenazas que se ciernen sobre la democracia contemporánea (2). El extraordinario valor de esas ideas, en la coyuntura actual, me animaron a escribir estas líneas.

Lejos del minimalismo autocentrado de cierta politología, Przeworski nos alerta sobre el hecho de que los asedios a la democracia no son sólo políticos. Están profundamente arraigados en condiciones económicas —bajo crecimiento, persistente desigualdad— y sociales —brechas intergeneracionales— y culturales —polarización bronca— que se entrecruzan. Las causas de la desafección actual son extensas y profundas: no se aliviarán por eventos aislados, reducidos al ámbito electoral. Y si bien el mayor peligro que enfrentamos es extrapolítico —lo ambiental, en este momento pandémico, nos lo recuerda— sólo a partir de una mejor política, democrática, podremos solucionar los problemas comunes de la gobernanza humana.

En ese sentido, un riesgo particularmente visible en países democráticos es el de la subversión gradual y sigilosa de la democracia, mediante el uso espurio de las leyes e instituciones existentes. La democracia, recuerda Przeworski, funciona bien cuando sus mecanismos —en especial las elecciones— estructuran, absorben y regulan los conflictos que emergen en cada sociedad. Pero éstos operan bien sólo si lo que está en juego no es muy grande: sí perder una elección no es un desastre y si las fuerzas políticas derrotadas tienen una oportunidad razonable de ganar a futuro. Cuando liderazgos autoritarios y/o partidos profundamente ideológicos —de diverso signo— llegan al cargo buscando eliminar los obstáculos institucionales para permanecer y consolidar su poder, la democracia se deteriora o, simplemente, retrocede.

Si los conflictos son intensos y la sociedad está polarizada, encontrar soluciones aceptables para todas las fuerzas políticas relevantes de la nación es tarea difícil. Las elecciones fracasan cuando sus resultados no tienen consecuencias para la percepción y vida cotidianas de la gente o cuando los titulares las vuelven comicios no competitivos. Las agendas neoliberales demuestran lo primero, los giros populistas, lo segundo.

Si los gobiernos ignoran toda crítica o la interpretan como subversiva, expulsando a sus adversarios del marco institucional, la oposición se convierte forzosamente en resistencia. Cuando un segmento de la oposición se niega a respetar los resultados, normas y procesos democráticos, los gobiernos pueden endurecerse para mantener el orden público. Encontrar el equilibrio adecuado entre concesión y represión es una elección difícil. La polarización y el conflicto se alimentan en espiral. Errores de cálculo, de unos u otros, pueden conducir a rupturas institucionales. A la muerte, lenta o súbita, de la república.

Aunque la supervivencia de la democracia no esté en juego en ciertos países, la crisis actual es grave. Y tiene profundas raíces en la economía y la sociedad. El mundo entero vive un momento populista, con la gente demandando soluciones y los mandatarios tentando los límites. El retroceso, incluso donde quedan libertades, puede ser paulatino y silencioso: si un gobierno fuerte es capaz de autocratizarse, preservando cierto apoyo y apariencias legales, puede que los ciudadanos no sepan coordinar a tiempo su resistencia cívica.

1 Ver https://as.nyu.edu/content/nyu-as/as/faculty/adam-przeworski.html

2 Ver Adam Przeworski, Crises of Democracy, Cambridge University Press, 2019