Intelectualidad latinoamericana: cuatro tesis

DISTOPÍA CRIOLLA

Armando Chaguaceda
Armando ChaguacedaLa Razón de México
Por:

Algunas constantes parecen marcar la identidad y acción pública de la intelectualidad latinoamericana. Enfatizo lo de “latinoamericana” porque no se trata de rasgos universalizables.

En otras regiones del mundo, donde lo intelectual y lo político guardan también una estrecha y agónica relación, este nexo adquiere características diferentes. Lo que animaría un debate continuo, capaz de enriquecerse con permanentes datos y reflexiones.1

Un primer problema es nuestra relación con el hegemón regional. Desde el arielismo hemos concebido a Estados Unidos como fuente primordial de nuestras desgracias y amenaza a nuestra identidad. Sin embargo, a diferencia de lo que le hubiera tocado a un intelectual esteuropeo o sudasiático -amenazado por los despotismos ruso o chino-, aquí se trata de un legado más complejo. Nuestro vecino imperial es, a la vez, una vibrante y veterana república. José Martí entendió, como pocos, semejante dualidad. Sus discípulos no tanto. Los intelectuales de América Latina, asumiéndose grandes luchadores simbólicos contra el imperialismo yanqui, desprecian al unísono la estafeta de herederos de la revolución democrática americana. Si sufriéramos a Beijing o Moscú, tal vez entenderíamos la crucial diferencia. Y la oportunidad emancipadora que tal dualismo supone.

El segundo tema es cierta visión y propensión justicieras. Siendo América Latina la región más desigual del planeta, nuestros intelectuales reivindican el gran estandarte de la igualdad social. Pero el enfoque predominante en torno a ésta suele ser el de una igualdad erigida en valor absoluto. Contrapuesta a la libertad política. Reducida a las formas clientelares de un estatismo compasivo y mercadófobo. Opuesto a una justicia redistributiva sustentada en derechos y políticas complejas. Curiosamente, varios populismos derechistas europeos defienden ideas similares, en clave étnica.

Un tercer tópico es la sobrerrepresentación gremial. En América Latina -y en otras partes de Occidente- las universidades e instituciones culturales están sobrepobladas por un tipo de intelectual. La hegemonía corresponde allí a la izquierda, en sus múltiples tribus. Acompañada por un centro amorfo y pasivo, que deja a los segmentos fundamentalistas de aquella imponer léxico y agenda. Generando, como respuesta, una intelectualidad conservadora mayormente refugiada en entes privados.

Dicha sobrerrepresentación ideológica es ajena a los correlatos demográficos del país real. La población regional no es reducible a un ismo, siquiera predominante. Los sondeos periódicos -Latinobarómetro o LAPOP, entre otros- muestran una ciudadanía latinoamericana extraordinariamente dividida en cuanto a valores, afiliación y voto. Sin embargo, la sobrepresentación pública presenta a toda la academia como “progresista”. Con lo cual la intelectualidad regional no estaría siendo particularmente democrática, al no corresponder con las identidades e intereses heterogéneos de la población por la cual habla. Incluidos sus sectores populares.

Un último rasgo del intelectual latinoamericano es su compromiso manifiesto con cierta forma de cambio social. Asumiendo que se puede medir la lealtad política a partir de como sus integrantes escriben, hablan o se articulan, resulta problemático asumir que el gremio guarda una lealtad robusta con la república liberal de masas. Es cierto que la represión de las dictaduras gorilas hizo entender a gente letrada las ventajas de un parlamento respecto a una mazmorra o una guerrilla. Pero el comportamiento público sistemático de buena parte de la intelectualidad en América Latina refleja una preferencia por la política revolucionaria, en lugar de la reformista. Su crítica no se dirige a los déficits oligárquicos de la democracia liberal, sino a sus fundamentos mismos.

Cuando observamos estos puntos -el antiamericanismo obsesivo, el igualitarismo dogmático, la sobrerrepresentación ideológica y la propensión iliberal- podemos comprender mejor la identidad de buena parte del campo intelectual latinoamericano. Elementos resilientes que marcan su presente y comprometen su renovación futura. 

1 Ver al respecto, entre otras, las interpretaciones de F. Pedrosa, M. Tenorio, P. Gaussens, F. Degiovanni, J.C. Castro y Magdalena López