¿Y el costo de oportunidad?

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal
Arturo Damm ArnalLa Razón de México
Por:

Uno de los hechos más importantes de la economía es el costo de oportunidad, consecuencia de la escasez, de que no todo alcanza para todo: los fines siempre serán más que los medios, por lo cual siempre tendremos que renunciar a ciertos fines, y en dicha renuncia consiste el costo de oportunidad, una de las realidades más relevantes de la economía.

El costo de oportunidad de las obras del gobierno tiene especial importancia porque las financia utilizando recursos que extrae, coactivamente, cobrando impuestos, de los ingresos de los contribuyentes, del producto del trabajo de los ciudadanos, por lo que debe minimizarse (y en muchos casos evitarse).

En el caso de México, ¿cuál será el costo de oportunidad del Tren Maya, del aeropuerto Felipe Ángeles, de la refinería de Dos Bocas? ¿En qué deja de gastar el gobierno por gastar en esas obras? Las mismas, ¿tienen bajos costos de oportunidad o elevados? Y estos, ¿sobre quiénes recaerán?

Difícil responder a la pregunta por el costo de oportunidad de tales obras, pero tiene que ver con recursos que podrían gastarse para lograr fines que van, desde acelerar la vacunación contra el Covid-19, hasta lograr una mejor provisión, para quienes realmente la necesiten, de alimentos, educación y atención médica, los tres pilares sobre los que se forma el capital humano: conocimientos, habilidades y actitudes para, entre otras cosas, poder realizar trabajos productivos.

El costo de oportunidad se eleva (y por ser un costo debe reducirse), cuando el gobierno realiza obras, no para garantizar el respeto a los derechos de los ciudadanos; no para castigar a quien no los respete; no para obligar a quien los viola a resarcir a la víctima; no para proveer los bienes y servicios públicos, que realmente sean públicos, y que realmente deban ser provistos por el gobierno; y no para corregir las externalidades negativas, todas ellas tareas legítimas del gobierno, sino para producir, ofrecer y vender bienes y servicios, tarea propia, no del gobierno, sino de las empresas, y ello abarca, desde la construcción de trenes, pasando por la de aeropuertos, hasta llegar a la de refinerías, todo lo cual debe dejarse a las empresas, no al gobierno.

Alguien podrá preguntar: ¿y qué pasa si las empresas no quieren construir trenes, aeropuertos y refinerías?, pregunta a la que respondo con otra: ¿por qué será? ¿Porque no resulta rentable? Si el costo de oportunidad se eleva cuando el gobierno realiza obras que no debería realizar, se maximiza (y por ser un costo debe minimizarse), si esas obras terminan siendo elefantes blancos, que sirven para nada, que no generan utilidades pero sí ocasionan pérdidas.

¿Cuál será el costo de oportunidad del Tren Maya, del aeropuerto Felipe Ángeles, de la refinería de Dos Bocas? ¿Sobre quiénes recaerá?