Arturo Damm Arnal

Libre comercio (1/2)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El libre comercio es éticamente justo, porque respeta los derechos de los agentes económicos, condición del Estado de Derecho, y económicamente eficaz, porque minimiza la escasez, condición del bienestar.

El concepto libre comercio hace referencia a las relaciones comerciales internacionales, que nunca se dan entre naciones, sino entre personas de distinta nacionalidad, personas que deciden intercambiar porque al hacerlo mejoran su bienestar: valoran más lo que reciben que lo que dan a cambio, principio universal del intercambio, independientemente de la nacionalidad de quienes intercambian, por lo que no hay razón para tratar de manera distinta el intercambio entre personas de la misma nacionalidad (comercio intranacional) y de nacionalidad distinta (comercio internacional).

Hay libre comercio en los países en los que los consumidores, comprando o dejando de comprar, determinan la composición (el qué) y el monto (el cuánto) de las importaciones, sin ninguna intervención del gobierno, por lo que se importa lo que los consumidores quieren (la composición) y en las cantidades que los consumidores quieren (el monto), siendo lo éticamente justo y económicamente eficaz.

El libre comercio es éticamente justo porque respeta el derecho a la libertad individual de las personas para relacionarse comercialmente, con personas de otra nacionalidad, como más les convenga, lo cual no viola ningún derecho, razón por la cual no es injusto, razón por la cual no debe prohibirse.

El libre comercio es económicamente eficaz porque permite que la oferta de bienes sea, gracias a las importaciones, lo más competida posible, competencia entre empresas, nacionales y extranjeras, que da como resultado la trilogía de la competitividad de las empresas, extranjeras y nacionales, que consiste en la capacidad para ofrecer lo que producen a menor precio y/o mayor calidad y/o mejor servicio, en beneficio de los consumidores, siendo éste, el mayor beneficio posible de los consumidores, el fin de la actividad económica.

Si el libre comercio es éticamente justo, porque respeta los derechos de los agentes económicos, condición del Estado de Derecho, y económicamente eficaz, porque minimiza la escasez, condición del bienestar, entonces no debe ni limitarse (de los males el menor), ni prohibirse (de los males el mayor), prohibiciones y limitaciones que solamente puede imponer el gobierno, (i) a favor del interés de los productores nacionales de no enfrentar la competencia de las importaciones; (ii) en contra del interés de los consumidores de que la oferta sea lo más competida posible, para lo cual se requiere de la participación de las importaciones; (iii) en contra del derecho a la libertad individual de los consumidores para relacionarse comercialmente, como más les convenga, ya sea con nacionales o extranjeros, sin la intervención del gobierno.

Lo anterior viene a cuento porque AMLO dijo, hace unos días, que “no vamos a dejar entrar maíz amarillo para consumo humano”, porque “tenemos autosuficiencia en maíz blanco”, lo cual me lleva a la siguiente pregunta: ¿quién es AMLO para decidir qué maíz sí, y qué maíz no, consumimos los mexicanos? Nadie. Y, sin embargo, allí está su postura en contra del libre comercio, al menos en lo referente al maíz amarillo.

Continuará.