Arturo Vieyra

Consumo de las familias atormentado

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra
Arturo Vieyra
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Uno de los efectos realmente devastadores para la economía derivado de la pandemia fue la caída en el consumo de las familias. No creo exagerar si afirmo que su triste desempeño no tiene parangón alguno en la historia de México. Cifras del Inegi señalan que durante los primeros once meses del año se ha registrado una caída promedio de 11.5% anual, incluso, la situación llegó a ser tan crítica que, durante los meses más álgidos de la pandemia, en abril y mayo, el gasto de las familias se redujo casi 24% respecto a los niveles del año pasado.

Esta crítica situación provino de dos vías muy importantes que se dejaron sentir de forma muy acentuada y por demás violenta. La primera, la parálisis de las actividades y el confinamiento de las familias generaron una restricción enorme al consumo principalmente de servicios, pues si bien en un principio se aceleró la compra de mercancías, principalmente alimentos con motivos precautorios, e incluso por pánico, este aumento en la demanda no fue suficiente para compensar el drástico descenso en el consumo de servicios. En segundo lugar, la pérdida de empleo de casi 10 millones de trabajadores durante abril y mayo fue un elemento adicional que promovió un menor consumo de bienes y servicios.

Si bien la recuperación de la economía ha venido impulsando una moderada reactivación del consumo, todavía la situación dista mucho de ser la óptima. El Inegi reporta que, en noviembre pasado, el consumo de los mexicanos todavía estuvo 6.6% por debajo del nivel del mismo mes de 2019. Incluso, el reporte de diciembre de la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales registró una caída de 9% anual en las ventas de sus afiliados revirtiendo en parte las ganancias que se habían obtenido en meses anteriores y, principalmente, durante el “Buen Fin” en noviembre. En el mismo sentido, las ventas de automóviles siguen cayendo, en enero, se dedujeron 22% respecto al mismo mes del año anterior.

Nada que presumir, por el contrario, es muy preocupante la situación del consumo de las familias, más aún cuando representa casi dos terceras partes de la producción nacional, y lo más importante, menor consumo implica necesariamente menor bienestar de la población y menor crecimiento económico y empleo.

Desde diciembre, con el recrudecimiento de los contagios, las autoridades de varios estados tuvieron que escalar al semáforo rojo, lo que implica el cierre de actividades no prioritarias y menor empleo y consumo. Actividades económicas como cines, restaurantes, centros recreativos y deportivos, tintorerías, etc., están en grave riesgo acentuado las posibilidades de mayor desempleo.

En consecuencia, para la primera parte de este año, es posible que se mantengan las condiciones de estancamiento del consumo, especialmente de servicios. Hay bases para la recuperación del consumo en este año: las remesas y el empleo siguen creciendo, los salarios permanecen con ganancia en términos reales y la inflación parece estar bajo control. Sólo hay un elemento de gran riesgo y es el éxito de la estrategia de vacunación. Si logra aplicarse conforme a lo planeado por las autoridades, serán considerables las probabilidades de un repunte vigoroso del consumo en la segunda parte del año.