Arturo Vieyra

Los excesos del debate económico

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra
Arturo Vieyra
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Próximos a las elecciones los mexicanos iremos a las urnas a definir el rumbo del país para los próximos tres años. Desafortunadamente, frente al encono político que vive el país la información que recibimos los electores está plagada de inconsistencias, medias verdades y una constante agresión que no permite una evaluación objetiva de las partes en campaña.

Ni todo es tan blanco ni tan negro en la argumentación. En aras de conseguir la victoria, las dos principales fuerzas en disputa tienden más a la destrucción del oponente que a la construcción de argumentos y propuestas. Particularmente, en el ámbito económico las propuestas brillan por su ausencia, e incluso, los excesos se dejan sentir de manera indiscriminada y en ocasiones hasta histriónica.

Por ejemplo, la aseveración de que México se dirige a un proceso de transformación económica al estilo de Venezuela donde la catástrofe es evidente causa estupor y miedo en diversos segmentos de la población. A más de dos años de la actual administración no ha habido expropiaciones, la economía de mercado sigue funcionando sobre bases firmes, el compromiso por impulsar la economía sigue basado en la inversión privada, salvo en el sector energético donde ahora se asume un mayor compromiso y participación del Estado (que es uno de los cambios radicales de la actual administración), la estructura tributaria permanece sin cambios y, en general, no ha habido afectación al patrimonio del sector privado. En consecuencia, tal aseveración es oscura y sin fundamento.

Asimismo, evaluar el desempeño económico en función solamente de la eficiencia -o falta de la misma- de la actual administración sin decantar por el terrible impacto de la pandemia que sometió a prácticamente a toda la economía mundial, dista de ser un análisis objetivo y fundamentado. Si bien hay muchos matices en este aspecto y habrá que evaluar el desempeño del gobierno sobre bases firmes, la disputa electoral dista mucho de la objetividad en este punto.

Por otro lado, la estabilidad macroeconómica es un hecho, a la estabilidad de la inflación se suman la de las finanzas públicas, del tipo de cambio y las variables financieras y, por supuesto, la autonomía de Banxico. Incluso, la calificación de la deuda soberana permanece con grado de inversión. Es menester reconocer que este importante logro es fruto de la consistencia de una política económica cuya prioridad durante más de tres décadas fue mantener la estabilidad económica (después de las enormes crisis de la deuda en los años ochenta y de dolorosos ajustes macroeconómicos).

Lo mismo sucede con la apertura al exterior de nuestra economía, gracias al proceso de apertura comercial de mediados de los ochenta (con impactos dolorosos en muchas industrias) y al ahora llamado T-MEC, nuestra economía ha forjado una planta manufacturera con altos niveles de competitividad e integración global que permitieron una salida más rápida a la reciente crisis.

Así, aun cuando persisten enormes lastres del pasado como la corrupción, la inseguridad y la falta de inversión, no todo lo que implica el anterior modelo de crecimiento fue negativo, así como tampoco es cierta la visión catastrófica de que la actual administración se ha desviado de los elementos positivos y estructurales para el funcionamiento adecuado de la economía.