Arturo Vieyra

La inversión y el plan de reactivación: el comienzo

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra
Arturo Vieyra
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El buen desempeño de la inversión es una condición indispensable para el logro de un robusto crecimiento económico y mayor bienestar social. Desafortunadamente, la dinámica de la inversión ha dejado mucho que desear en los últimos años.

Sólo por citar algunos datos, se tiene que, a pesar de que se viene reactivando paulatinamente la inversión durante junio y julio, todavía está 21% por debajo del nivel que guardaba hace un año. Incluso, más importante, con una visión de largo plazo, el desempeño de la inversión ha sido muy decepcionante, medida como porcentaje del PIB, desde hace más de una década ha venido reduciéndose desde un máximo de 23% hasta muy probablemente un 19% en este año.

En adición al freno estructural que ha mostrado el gasto en inversión en los últimos años, la pandemia ha provocado una caída adicional y acentuada en este año, particularmente del sector privado.

En este sentido, el Acuerdo para la Reactivación Económica recientemente anunciado por el gobierno en coordinación con la iniciativa privada constituye un esfuerzo valioso para restaurar las buenas relaciones entre ambos sectores que finalmente deberá traducirse en una mayor inversión productiva e impulsar el crecimiento económico.

Pero más allá de la buena voluntad mostrada -condición indispensable-, los planes deben concretarse. El acuerdo, que en buena parte es una restauración del ya realizado a principios del sexenio, pretende en una primera etapa, una inversión en infraestructura de casi 260 mil millones de pesos (casi un punto porcentual del PIB) en los sectores comunicaciones y transportes, energía, turismo, agua potable, saneamiento y medio ambiente, mediante 32 proyectos -algunos de gran calado como la construcción del Tren México Querétaro- con la participación individual y conjunta de los sectores privado y público.

Si bien es cierto que las ventanas de oportunidad para las inversiones en México son enormes, no hemos tenido la capacidad y voluntad suficiente para aprovecharlas. Concretizar el acuerdo requiere de condiciones que ya de sobra conocemos: combatir la corrupción, mantener y cuidar la estabilidad macroeconómica, agilizar las decisiones de inversión eliminando trabas burocráticas innecesarias, agilidad y eficiencia en el gasto público. Sólo así se logrará el objetivo de alcanzar una inversión equivalente al 25% del PIB.

En medio del infortunio creado por la pandemia, el nuevo orden del comercio mundial abre una oportunidad única para robustecer el modelo exportador de la industria mexicana que, por cierto, ha dado muestras de éxito -considerable pero no suficiente- desde el proceso de apertura iniciado a mediados de los años ochenta. A la par, reactivar un mercado interno de dimensiones importantes y actualmente deprimido es el segundo elemento que abre posibilidades enormes a la inversión productiva.

El Acuerdo para la Reactivación Económica es un paso adelante, pero es sólo el principio de lo que realmente se necesita. Eliminar el rezago en la construcción de infraestructura que, a su vez, vaya en línea con las necesidades de expansión productiva en el marco del nuevo T-MEC y de la necesidad de fortalecer el consumo local, requiere de mayores esfuerzos para crear un ambiente propicio para la inversión privada y pública.