Arturo Vieyra

Tipo de cambio con sesgo a la fortaleza

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra
Arturo Vieyra
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Mucho ha sorprendido la fortaleza de la paridad peso/dólar que no era previsible hace tan solo unos meses. En marzo, cuando en México la pandemia se mostró con mayor evidencia —que nos condujo a una recesión económica sin precedentes—, el tipo de cambio del peso frente al dólar llegó a cotizarse por arriba 25 pesos por dólar en el mercado de mayoreo. Una depreciación significativa, pues en enero promedió 18.82 pesos por dólar. Ahora, al momento de escribir estas líneas, la paridad recorre un camino de regreso rondando los 20 pesos por dólar.

Este carrusel en el que viaja el tipo de cambio tiene muy diversas y complejas causas. La paridad peso/dólar es uno de los principales precios que hay en la economía. Bajo el actual sistema de libre flotación del tipo de cambio —muy pocas veces intervenido por el banco central con fines solo de estabilización y no de fijación de su nivel—, su cotización en sentido estricto se determina en primer lugar, por la interacción de la oferta y demanda de dólares.

Una gran cantidad de operaciones económicas determinan el nivel de la paridad en el mercado cambiario. Las exportaciones y las importaciones (más de dos terceras partes del PIB), la Inversión Extranjera Directa (IED) y el influjo de remesas por mencionar los más importantes.

En este sentido, una balanza comercial con un histórico superávit logrado hasta octubre de 25 mil millones de dólares (mmdd), un flujo de remesas que en este año alcanzará la histórica cifra de los 40 mmdd y una IED de 23.5 mmdd hasta el tercer trimestre, ponen de manifiesto un mercado cambiario con un importante excedente de dólares. A ello hay que agregar un nivel de reservas históricamente alto cercano a los 194 mmdd y una línea de crédito flexible por 61 mmdd otorgada por el FMI.

Además, el nivel del tipo de cambio también depende de factores especulativos que derivan de las expectativas económicas internas y, para el caso del peso mexicano como moneda emergente, principalmente externas, que motivan una entrada o salida de recursos en dólares que afectan la paridad.

Por ejemplo, la incertidumbre sobre el crecimiento global provocada por la pandemia generó en marzo un incremento sustancial de la aversión al riesgo crediticio que promovió, una salida de capitales hacia “refugios seguros” como el oro y los bonos del tesoro americano, hecho que provocó la depreciación no solo del peso mexicano frente al dólar, sino en gran parte de las monedas de mercados emergentes.

Ahora estamos frente a un movimiento inverso, a pesar del crecimiento de la pandemia, la perspectiva de una pronta vacuna sumada a los fuertes incrementos de liquidez internacional derivados de sendas políticas de relajamiento monetario a nivel mundial, han promovido un optimismo en los mercados respecto a la recuperación económica que se refleja en aumentos en las bolsas y reducciones en el riesgo crediticio que apoyan mayores flujos de recursos a los mercados emergentes, incluido México.

Son en este sentido, razones internas y externas las que promueven la apreciación del peso frente al dólar. Si bien hacia adelante, no están exentos los riesgos de un incremento de la volatilidad financiera internacional y, en lo interno, una falta de acuerdo que conlleve a un deterioro sobre las expectativas de crecimiento económico, hasta hoy las condiciones están dadas para la fortaleza del peso.