Bibiana Belsasso

La conversión: una historia de terror

BAJO SOSPECHA

Bibiana Belsasso
Bibiana Belsasso
Por:

Iván Tagle tenía 15 años cuando fue ingresado por primera vez a una clínica donde aplicaban terapias de conversión. Unos vecinos le dijeron a sus padres que conocían la forma en que podría dejar la homosexualidad. Hoy, Iván Tagle es activista y director general de Yaaj Mexico y nos cuenta su historia.

IT: Yo tenía un contexto de una familia tradicional mexicana súper religiosa; la única información disponible para mí respecto a la homosexualidad eran sobre todo los prejuicios religiosos, ¿no?, que esas personas se iban a ir al infierno. Yo desde muy chico nunca acepté y estaba dentro del clóset, y quería hacer todo para poder, de alguna manera, cambiar, y en algún momento rumbo a la prepa, unos compañeros le juegan una broma pesada a mi familia y haciéndome un poco de bullying a mí, ellos les hablaron, fingieron una llamada, les dijeron que hablaban de una clínica para decirles que su hijo tenía sida por ser gay. Mis papás hablan conmigo y pues yo llorando les decía: “Pues es que creo que tengo un problema, creo que soy bisexual”, porque yo estaba aterrado, y no quería y me habían enseñado a no deshonrar a tu padre y a tu madre. Y una vecina les dio la solución, me llevan a este espacio, pero era muy curioso, porque mis papás al final de cuentas tampoco sabían cómo o qué era lo que pasaba adentro.

BB: ¿Como fue llegar a esta clínica?

IT: Se llamaba Grupo de Apoyo San Agustín; tenía dos tipos de modalidades: en un inicio todos pueden entrar y digamos que es un espacio amplio, donde se hace una serie de juntas o reuniones, pero también tenían tres casas de seguridad donde ingresaban a las personas, los papás firmaban para ingresarlas y esas casas de seguridad funcionan como anexos de desintoxicación.

Un paso adelante

La semana pasada se aprobó en el Congreso de la CDMX (en la foto) una ley para penalizar a quienes practiquen terapias de conversión. Y ya está en el Senado una propuesta más amplia para aplicarlo a nivel nacional, presentada por Patricia Mercado, de Movimiento Ciudadano; Citlalli Hernández, de Morena, y Alejandra Lagunes, del PRI, que además contempla modificar la parte penal y la Ley General de Salud, para que todo profesional de la salud mental que aplique o imparta este tipo de prácticas le sea retirada también su licencia.
La semana pasada se aprobó en el Congreso de la CDMX (en la foto) una ley para penalizar a quienes practiquen terapias de conversión. Y ya está en el Senado una propuesta más amplia para aplicarlo a nivel nacional, presentada por Patricia Mercado, de Movimiento Ciudadano; Citlalli Hernández, de Morena, y Alejandra Lagunes, del PRI, que además contempla modificar la parte penal y la Ley General de Salud, para que todo profesional de la salud mental que aplique o imparta este tipo de prácticas le sea retirada también su licencia.Foto: Cuartoscuro

BB: ¿Cómo fue tu primer día ahí?

IT: A mí no me metieron a la casa de seguridad, pero después de ciertos días donde tú estás escuchando sólo los testimonios de personas que ya se curaron de homosexualidad, nos suben a unos camiones, con todas las ventanas tapadas con como cartulinas negras para que no observáramos nada. Nuestras familias nos dejaron y entonces se van las familias, nos suben al autobús y el trato cambia drásticamente, se volvió el infierno. Como una escena de la Segunda Guerra Mundial cuando llevan a los judíos. Yo tenía 15 años y en todo esto era gente que con groserías: “¡No, pin… cabr…, ya valieron mad…, de aquí no van a salir, si quieren salir ustedes le van a tener que echar ganas!”. Como si fuéramos una escoria de la sociedad. Iba llorando porque, de alguna manera, pensaba que me merecía ese castigo y fueron como unas dos horas, dos horas y media de camino, y cuando bajamos no había nada, era como arenoso, como si estuviéramos en tipo la Huasteca Potosina, así como “piedroso” y eso, habían una serie de cabañitas muy distanciadas una de otra y cuando nos bajaron fue así como: “Quien se quiera ir, se puede ir”, pues ¿a dónde vas, no?, no sabes ni siquiera en dónde estás. Nos encierran entonces en una de esas cabañas y entonces ahí empieza como el trauma más grande, porque te digo, es puro maltrato, pero… ¡oh, sorpresa!, no vas a poder ni comer, no vas a poder ni tomar agua y no vas a poder ni dormir y entonces te sientan, cuando nos sentaron éramos como unas 30 personas y atrás de nosotros como la misma cantidad de personas leyendo la Biblia. Las primeras partes era sólo como estar escuchando a personas que se habían curado de su homosexualidad, ¿no?, y todas ellas siempre cruzaban el tema de las violaciones sexuales o que los violaron de niños y ellos le llaman “descoyuntamiento sexual”, alguien tuvo que descoyuntar tu sexualidad desde muy joven para que tú te volvieras homosexual, eso es lo que ellos piensan, entonces el único momento en el que pude yo cerrar los ojos fue para que ellos… le llaman “regresiones”.

Lo peligroso que son para la salud mental ese tipo de regresiones.

BB: La violencia física y psicológica es extrema.

IT: Justo de eso se trata este tipo de cuestiones, a mí no me aplicaron ni electroshocks, ni vi pornografía ni nada, a mí lo que me hicieron, te digo, fue esta parte como de tortura psicológica y daño emocional, pero que al final de cuentas lo que destaca todo eso es justo que hay un terapia de choque, es decir, que hay una experiencia fuerte que te trauma y que tú asocias a tu orientación sexual.

BB: ¿Cuánto tiempo duró esta tragedia, hasta que escapas?

IT: Pues yo estuve en estos grupos de los 15 a 17 años; de hecho, mi activismo lo empecé justo como ahí. A los 17 años yo decido huir de casa y comienzo a vivir en situación de calle, un poco también por el miedo, porque yo ya conocía de esos espacios y de sus casas de seguridad y las personas que no lograban, digamos, “cambiar” entre comillas, el siguiente paso o nivel era meterlos a esas casas de seguridad.

BB: ¿Qué te platicaban de esas casas de seguridad?

IT: Había ahí un trato terrible hacia las personas: golpes, los bañaban con agua fría. Nunca estuve adentro de una, pero bueno, con los compañeritos era algo que se platicaba, y que además ni siquiera lo veíamos mal. Yo le dije a otros jóvenes que yo me había curado y que ellos eran unos enfermos, ¿no? Estuve militando todo ese tiempo ahí porque me la creí, después de todo eso obviamente lo que pasa en una tortura es que la víctima acaba creyendo y haciendo lo que el torturador dice; entonces más bien, cuando te dan siempre una persona que se supone va a acompañarte a dejar la homosexualidad, yo lo tuve durante todos esos dos años y pues no, o sea, a mí me decían cosas como: “Si ves a alguien en la banqueta te cambias para que no peques”, y pues eso me llevó a una ideación suicida por cuestión de frustración, ¿sabes?, porque era como de yo le decía a Dios: “Tú sabes que quiero cambiar y tú sabes que lo estoy intentando, pero no puedo”, llegó un punto donde por circunstancias de la vida yo llego a conocer qué son los derechos humanos, la no discriminación, conozco a personas gays que son buenos referentes, ¿no?, no toda esta mala información y prejuicios que me ponían, porque ojo, yo no tenía ninguna forma de acceder a otra información sobre qué era alguien homosexual, o sea, para mí.

BB: ¿Cómo son esos años en la calle?

IT: Mis papás me decían: “Ahora que no has podido, nosotros te vamos a ayudar a sí poder”, entonces, ese ‘te vamos a ayudar a sí poder’ implicaba ‘vamos a la casa de seguridad’ y entonces yo huyo y justo, por ejemplo, yo tenía terror de ir a la escuela, a la universidad, yo estaba estudiando ya para la universidad, iba a estudiar Ingeniería Química Petrolera, entonces imagínate un primer semestre, a clases que ni vas, porque piensas que estos tipos van a llegar y te van a levantar, porque además lo hacen así.