Bibiana Belsasso

Sin maíz, no hay país

BAJO SOSPECHA

Bibiana Belsasso
Bibiana Belsasso
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Llevamos apenas 13 días del año y no hemos parado de recibir noticias caóticas. En México, la cantidad de gente que ha muerto por Covid-19 es algo que hasta hace poco era inimaginable, el avance de los grupos criminales, el incendio en el Metro de la Ciudad de México, provocado en gran medida por que se le disminuyó dramáticamente el presupuesto para mantenimiento en una mal entendida austeridad, ayer otro tren del Metro se descarriló; en Estados Unidos, el asalto al Capitolio, el cambio de gobierno. Son decenas de temas que ocultan información importantísima que ha pasado desapercibida.

El último día de 2020, el Gobierno federal decidió prohibir el maíz genéticamente modificado y eliminará gradualmente las importaciones durante los próximos tres años.

La medida fue justificada como parte de los esfuerzos de la 4T para lograr la autosuficiencia en la producción de alimentos.

Pero no sólo fue el maíz, México también eliminará gradualmente el uso de glifosato, el herbicida más utilizado en Estados Unidos.

Nuestro país usa su propio maíz blanco para producir tortillas, pieza fundamental de la dieta del mexicano; sin embargo, depende de las importaciones de maíz amarillo de EU para la alimentación de ganado, el cual en su mayoría es transgénico.

Para organizaciones agrícolas, el decreto presidencial del 31 de diciembre de 2020 respecto al uso de glifosato y el maíz genéticamente modificado en México, atenta contra el Tratado Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá: "Cualquier prohibición gubernamental sobre la importación de maíz de Estados Unidos implica una violación al T-MEC con las graves consecuencias que esto pudiera generar para la economía nacional y la relación política y comercial”, advirtió el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA).

Lo cierto es que esta medida no es cualquier cosa; de los 17 millones de toneladas anuales de maíz importadas a México, la mayoría proviene de EU (88 por ciento) y la producción de maíz amarillo en esta nación es, en gran parte, genéticamente modificada.

El problema gravísimo es que, si no utilizamos maíz modificado, no hay forma que se pueda alimentar a toda la población. Y este maíz no sólo se utiliza para consumo humano, sino también para alimentar al ganado.

Si hay escasez de maíz, el precio de mercado sube y así las tortillas, que son alimento básico para los mexicanos, podría aumentar su precio. Es la regla de la oferta y la demanda.

De acuerdo con el GCMA, de las necesidades totales de maíz en el país 46 por ciento corresponde a la alimentación humana, mientras que 54 por ciento restante es para abastecer el consumo pecuario y la industria de almidones, fructosas y otros productos industriales no destinados al consumo humano.

Y si usted tiene duda de la importancia de este sector, pues le digo que el valor de la industria pecuaria y de industrialización de maíz, en conjunto, aportan entre 40 por ciento y 45 por ciento del PIB agroalimentario, las cuales no pueden sobrevivir sin materias primas básicas competitivas, como el maíz amarillo importado.

Es de tal importancia este ramo, que las compras de maíz amarillo estadounidense, que México usa para la producción industrial de almidón, frituras y hojuelas, pero principalmente para la alimentación de ganado, alcanzaron en el periodo de enero a septiembre de 2020 10 millones 795 mil toneladas; es decir, 5.3 por ciento más que en el mismo lapso de 2019, una cifra récord para un periodo igual.

Incluso, organizaciones agrícolas señalan que el alza continua de estas importaciones surge luego de la cancelación de apoyos que hizo el Gobierno federal a costa de elevar la bolsa asistencialista al campo.

Reclaman falta de apoyo

Campesinos y agrícolas protestaron con toneladas de maíz en oficinas de la Secretaría de Bienestar, por el poco respaldo al sector, en diciembre pasado.
Campesinos y agrícolas protestaron con toneladas de maíz en oficinas de la Secretaría de Bienestar, por el poco respaldo al sector, en diciembre pasado.Foto: Cuartoscuro

Por este tema en agosto de 2020 hubo un enfrentamiento entre el entonces titular de la Semarnat, Víctor Manuel Toledo —quien ya dejó esa posición— y el secretario de Agricultura, Víctor Villalobos Arámbula, por el uso del glifosato como plaguicida autorizado.

Villalobos Arámbula advirtió en ese momento que en México se seguirá usando el glifosato como herbicida en la producción de productos básicos, ya que no hay un compuesto que lo supere en tres aspectos: salud humana, protección al medio ambiente y productividad, afirmó.

Según Villalobos, el glifosato es el herbicida que reúne una serie de atributos y características que nos permite llevar a cabo la agricultura y combatir las malezas con un producto que ha sido probado por casi 40 años que ha estado en el mercado.

Para el presidente del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), Bosco de la Vega Valladolid, sin ese producto, la producción de algunos granos básicos podría caer entre 30 y 45 por ciento.

Lo cierto es que este decreto no sólo afecta a la agroindustria, importación y producción de maíz, y también representa un golpe en cuanto a la seguridad debido a la utilización de glifosato.

Este plaguicida es utilizado para la erradicación de plantíos de amapola, marihuana y cultivos de hoja de coca, como ocurrió en la exitosa estrategia implementada en el marco del Plan Colombia, impulsado durante la administración de Bill Clinton, en Estados Unidos, y de Andrés Pastrana, en el país sudamericano, e implementado por Álvaro Uribe.

Incluso, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), considera que este químico es seguro cuando se usa con precaución, tal y como lo hacen las Fuerzas Armadas de nuestro país para las tareas de erradicación área de drogas.

En 2017, la Agencia Europea de Sustancias Químicas indicó que la evidencia científica disponible no reúne los criterios necesarios para clasificar al glifosato como cancerígeno, mutagénico o tóxico para la reproducción.

Es por eso que la decisión tomada de no usar glifosato no sólo dañará a la industria agrícola, sino también beneficiará a los narcotraficantes, al tiempo que coloca en situación de vulnerabilidad a los soldados que deben hacer erradicación manual.

Urge que, en México como país, veamos hacia el futuro, consideremos la mejor manera de hacer producir el campo, y más cuando en pleno 2021, México lo habitan 52.4 millones de pobres de los cuales 9.3 millones viven en pobreza extrema; es decir, padecen hambre y tienen dificultad para poder alimentarse.

Estos decretos no deben pasar inadvertidos.

Sin maíz, no hay país.