Bibiana Belsasso

Y México apuesta al combustóleo…

BAJO SOSPECHA

Bibiana Belsasso
Bibiana Belsasso
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De manera unánime, como hace cuatro años no se veía, los líderes de los siete países más desarrollados se comprometieron a combatir el cambio climático. Fue en la cumbre del G-7, que volvió a realizarse de manera presencial en Cornualles, Inglaterra, a más de un año de pandemia por Covid-19.

Estados Unidos, Canadá, Francia, Reino Unido, Italia, Alemania y Japón prometieron reducir sus emisiones colectivas a la mitad para 2030 y mantener esfuerzos acelerados para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Un discurso que contrasta con la declaración emitida por el mismo grupo hace tres años en Charlevoix, Canadá, cuando la Unión Americana, liderada por Donald Trump, se negó a firmar el compromiso de combatir el cambio climático y hasta anunció su salida del Acuerdo de París. Hoy, con la llegada de Joe Biden al poder, ese discurso cambia radicalmente.

En esta ocasión, el G-7 también se comprometió que para 2022 eliminará el financiamiento internacional para proyectos de carbón que no incluyen tecnología para capturar y almacenar emisiones de CO2. También prometieron un sector eléctrico "abrumadoramente descarbonizado" a finales de la década.

Es una línea diametralmente distinta a lo que apuesta el actual Gobierno del Presidente López Obrador. Mientras los países del G-7 buscan energías limpias y renovables, aquí en México se le apuesta más al carbón.

En la reunión del G-7 no se estableció una fecha final para la quema de carbón, que es un contribuyente principal al calentamiento global.

Y es que los países que conforman el G-7 junto con China son los mayores responsables del calentamiento del planeta. En conjunto producen alrededor de una cuarta parte de la contaminación climática del mundo y su siguiente objetivo es convencer al Gigante Asiático y a otras 190 naciones de llegar a un acuerdo climático, en la cumbre de las Naciones Unidas en Escocia, que se realizará a finales de este año.

Los científicos han advertido que el mundo necesita reducir urgentemente las emisiones de carbono, para tener oportunidad de evitar que las temperaturas globales promedio aumenten por encima de 1.5 grados centígrados, en comparación con los niveles preindustriales. Ése es el umbral, más allá del cual los expertos dicen que el planeta experimentará daños catastróficos e irreversibles.

La ruta más eficaz para lograr la descarbonización consiste en aplicar la electricidad renovable cada vez a más cosas, ya sea a través de cables o almacenada como hidrógeno verde.

Pero aquí en México no le apostamos a nada de eso, los parques eólicos, por ejemplo, el año pasado Víctor Toledo, exsecretario del Medio Ambiente y Recursos Naturales, aseguró que los generadores de energía eólica, o aerogeneradores, atrapaban el aire de las comunidades indígenas y dijo que el uso del petróleo es una condición “provisional, pero necesaria”, para la construcción de la sustentabilidad del país.

Mientras las potencias buscan concretar los acuerdos, México mantiene sus proyectos basados en combustibles fósiles: tiene proyectado procesar todo el petróleo crudo para convertirlo en gasolinas, en diésel, para 2023, un año después del compromiso del G-7 para evitar el financiamiento con recursos públicos proyectos de carbón que no incluyen tecnología para capturar y almacenar emisiones de CO2.

Hacen compromisos

Los líderes del G-7 reiteraron en la cumbre que concluyó el domingo su determinación de fortalecer las energías limpias y la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero.
Los líderes del G-7 reiteraron en la cumbre que concluyó el domingo su determinación de fortalecer las energías limpias y la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero.Foto: Reuters

Incluso, previo a la cumbre de este año, los países europeos, encabezados por Reino Unido, habían presionado para dejar de quemar carbón con la finalidad de generar electricidad, con una fecha específica en la década de 2030.

Aquí en México, en julio de 2020, se anunció que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) gastaría 2 mil millones de pesos para comprar 2 millones de toneladas de carbón y generar electricidad en dos plantas de la compañía, hasta diciembre de este año.

De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, la quema de carbón es la mayor fuente de emisiones de dióxido de carbono, y después de un retroceso de un año pandémico, se espera que la demanda de carbón aumente un 4.5 por ciento este año.

La misma agencia indica que seguimos obteniendo un 80 por ciento de nuestra energía primaria de los combustibles fósiles: el petróleo aporta el 32 por ciento, el carbón el 27 por ciento y el gas natural el 23 por ciento.

Es una realidad que pasar a energías limpias es más caro de inicio, se requiere mucha inversión, misma que se podrá recuperar a la larga y se cuidará al planeta.

En la cumbre del G-7, el presidente Joe Biden y los otros líderes dijeron que entregarían 2 mil millones de dólares para ayudar a las naciones a alejarse de los combustibles fósiles, en lo que los líderes esperan que sea una transición global a la energía eólica, solar y de otro tipo que no produzca emisiones de dióxido de carbono que calienten el planeta.

Acordaron aumentar sus contribuciones y cumplir con una promesa vencida de movilizar 100 mil millones de dólares al año para ayudar a los países más pobres a reducir las emisiones y hacer frente a las consecuencias del cambio climático. Pero esta promesa viene pactándose desde 2009, cuando las naciones ricas habían acordado movilizar esa misma cantidad en fondos públicos y privados para 2020, y ayudar a los países más pobres a avanzar hacia la energía limpia. Hasta el momento han entregado 80 mil millones de dólares en esa promesa, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Y la mayor parte de ese dinero está en forma de préstamos, no de subvenciones, lo que dificulta su uso por parte de los países pobres, dijeron los expertos.

El G-7 también refrendó su compromiso para detener la rápida extinción de animales y plantas, a lo que, incluso, llamaron una "amenaza existencial igualmente importante".

Para el 2030 es la fecha que proponen para que los países empiecen a cambiar, por lo menos, a la mitad a energías renovables y sigan recibiendo apoyos; faltan 9 años. En México vamos en otra dirección.