Bibiana Belsasso

La Nueva Guerra del Chapo al fentanilo

BAJO SOSPECHA

Bibiana Belsasso
Bibiana Belsasso
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Esta semana estrenó su nuevo libro el periodista Jorge Fernández Menéndez: La nueva guerra, del Chapo al fentanilo.

En él habla desde el inicio de la historia del narcotráfico, cómo ha ido evolucionado y cómo será en los próximos años.

Pero también habla de cómo ha ido cambiando el consumo de las drogas según la época en la que vivimos y cómo está la sociedad.

Ahora la pandemia no solamente ha sido por el Covid-19, el fentanilo ha generado mucha preocupación. Una droga para tratar de ocultar el dolor y la depresión.

Esto es parte del prólogo de este libro, editado por Grijalbo, que ya se encuentra en las librerías y plataformas digitales.

Después de la crisis de 1929, lo que hubo fue una oleada de suicidios y el nacimiento, en toda su actual expresión, del crimen organizado; las organizaciones sindicales, entonces en auge, se enfrentaron a la más dura intransigencia empresarial y a un número creciente de rompehuelgas y sindicatos blancos, ligados a su vez al crimen organizado; los grandes movimientos sociales que no devinieron en una caricatura del socialismo transitaron hacia el fascismo y el nazismo, y de sus fracasos nació una forma de populismo que permea, un siglo después, toda la política latinoamericana, incluyendo, por supuesto, la nuestra.

No sabemos cómo será el mundo post Covid, pero sabemos que no será ni un mundo mejor ni más equitativo o con menos desigualdades. Y sí sabemos que de la mano con la crisis económica tendremos una crisis de seguridad cuyas dimensiones son difíciles de evaluar en toda su dimensión, incluso en el corto plazo.

La caída, el juicio de El Chapo Guzmán, significa en el mundo del narcotráfico y el crimen organizado el fin de una era, no sólo por la virtual desaparición de un capo emblemático, sino también porque el mundo de El Chapo, el de la cocaína, no ha muerto, pero ya ha nacido otro que lo eclipsará: el mundo de las drogas sintéticas, que ejemplifica mejor que cualquier otra el fentanilo.

Este opiáceo sintético es mucho más barato para producir. Para su consumo, sin que sea mortal, se necesitan dosis de menos de dos miligramos, por lo que se pueden hacer miles de dosis con apenas unos kilos; se puede producir en cualquier cocina, no huele, su apariencia es la de azúcar glass, y las utilidades que deja son geométricamente superiores a las de cualquier otra droga. Tiene un gran inconveniente: mata con enorme facilidad. Sufrir una sobredosis es una posibilidad real, con que una pastilla tenga medio miligramo de más, se acaba el viaje.

Pero, además, el fentanilo es una droga para la época. La mariguana y el LSD fueron las drogas de los 60 hasta los 80, de alguna forma los años de la paz y el amor, de la liberación sexual, de la búsqueda de los sentidos y la paz interior, de encontrar el yo mediante procesos alucinógenos que iba tan de la mano con la mejor música de aquellos años.

A partir de los 80 la cocaína fue la droga que reflejó la época: de la paz y el amor pasamos a los amos del universo de Wall Street de los que hablaba Tom Wolfe, a la competencia y el individualismo, a la necesidad de estar siempre un poco más allá, de vivir en el levantón cotidiano. Era la droga del boom reaganiano, del dios dinero. Las metanfetaminas y las drogas sintéticas fueron de alguna forma la droga de la generación X, la del fin del milenio, de la incertidumbre, la de la pérdida de esperanzas post 11-S.

Desmenuza el crimen

La más reciente obra del autor de títulos como La trama negra, El otro poder: las redes del narcotráfico y Las FARC en México, fue presentado esta semana. En el texto, editado por Grijalbo, analiza a las organizaciones criminales de nuestro país.
La más reciente obra del autor de títulos como La trama negra, El otro poder: las redes del narcotráfico y Las FARC en México, fue presentado esta semana. En el texto, editado por Grijalbo, analiza a las organizaciones criminales de nuestro país.Foto: Especial

El fentanilo y los nuevos opiáceos, incluyendo los legales, son las drogas de esta época depresiva, sin líderes, donde el escapismo adquiere otras formas, donde Trump (y todos los populistas que lo acompañan) obligan a huir de la realidad, a buscar una droga fuerte que actúa como una suerte de síntesis de todas las anteriores como un opioide psicodélico, que al mismo tiempo relaja y provoca visiones intensas, activa los sentidos.

Los adictos dicen que han caído en el fentanilo porque las primeras veces que lo consumieron sentían unos colores y una intensidad tan vívidas, como las primeras veces que habían consumido heroína u opio en grandes dosis. El fentanilo, agregan, aunque es un opioide, produce un exceso de liberación de dopamina, lo cual hace que se quiera volver a consumir en forma recurrente, como sucede con la cocaína, pero sus efectos perduran mucho más.

Y ésa es otra de las razones que lo hacen tan atractivo y tan mortal. Las sobredosis llegan con una enorme facilidad: 60 mil muertos al año por sobredosis de opiáceos, sobre todo de fentanilo, en Estados Unidos lo demuestran, con el añadido de que los efectos son tan rápidos, la posibilidad de caer en la inconsciencia si se pasa la dosis, es tan inmediata que los accidentes pueden producirse de cualquier manera y forma.

En el mundo del crimen organizado que viviremos después de la pandemia, el fentanilo y otras drogas sintéticas, sobre todo derivadas de los opiáceos, tendrán un papel preponderante.

En un mundo un poco o un mucho depresivo, con una economía en recesión, con menos trabajo, peor pagado y absoluta incertidumbre, cuando aún tendremos el miedo en el cuerpo ante lo desconocido, ante la amenaza que significa una pandemia, en el mundo de las drogas ese opioide psicodélico de efectos inmediatos se entronizará como la más importante de las drogas ilegales.

Y eso cambiará todo el mundo del narcotráfico.

Se necesitarán menos manos, pero más arriesgadas para el gran tráfico de drogas; muchas y buenas relaciones internacionales porque el fentanilo o sus derivados provienen de laboratorios; buenas redes de distribución con una capacidad de ingreso al mercado estadounidense mucho mayor porque no se requiere pasar toneladas sino kilos de droga para tener las mismas o mucho mayores utilidades.

Pero las grandes bandas y pandillas se quedarán aquí y se cebarán mucho más con el mercado interno, son las que ya pasaron del narcotráfico al narcomenudeo y, desde allí, avanzaron en el secuestro, el robo, la extorsión. Pasaron y pasarán cada día más del control de rutas al control de territorios e imponen e impondrán también cada día más, esa violencia cotidiana que se han incrementado en forma constante durante las dos últimas décadas.

Ésa es la historia que contaremos en este libro. La del paso a una nueva época en la violencia, la inseguridad, el tráfico de drogas. Una época en la que no ha terminado de morir lo viejo y aún no termina de nacer lo nuevo. El camino que va de El Chapo al fentanilo.