Carlos Olivares Baró

Cesar Vallejo y España

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró
Carlos Olivares Baró
Por:

Mientras escucho “El puente de los suspiros” de Chabuca Granda, leo con fruición la poesía de Cesar Vallejo (Santiago de Chuco, Perú, 16 de marzo, 1892-Paris, Francia, 15 de abril, 1938): se despliegan las concordias criollas y afroperuanas de “Fina estampa”, “Cardo o ceniza” y “La flor de la canela” y me sumerjo en los folios del autor de Trilce. Recuerdo aquellas tardes habaneras cuando en el malecón recitaba con mis amigos en un coro de complicidad cordial: “Me moriré en París con aguacero, / Un día del cual tengo ya el recuerdo. / Me moriré en París —y no me corro— / tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.” Vallejo apostado en mi juventud de “Mediodía estancado entre relentes”.

Quiero hablar de la relación obsesiva del autor de Los heraldos negros con España. En los meses anteriores de su muerte (15 de abril de 1938), Vallejo escribió una serie poética sobre la Guerra Civil española: España, aparta de mí este cáliz, la cual apareció póstumamente en el cuaderno Poemas humanos (1939). Ante el enigma que constituyó su enfermedad, dicen que Vallejo murió de España: desgarrado por la agonía española. “Padre polvo que subes de España, / Dios te salve, libere y corone, / padre polvo que asciende del alma”.

Composiciones que revelan toda la angustia, todo el dolor del poeta que ya al parecer, vislumbraba la infausta derrota que se acercaba: la victoria de Franco. Versos donde el dolor no es solemne, sino un muestrario de humor amargo en ironía marcada por el abatimiento. Triunfar sobre la muerte en el uso de parábolas. “Al fin de la batalla, / y muerto el combatiente, vino hacía él un hombre / y le dijo: ‘No mueras, te amo tanto!’ / Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. / [...] / Le rodearon millones de individuos, / con un ruego común: ‘¡Quédate hermano!’ /Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. // Entonces, todos los hombres de la tierra / le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; / incorporóse lentamente, / abrazó al primer hombre; echóse a andar...” (“Masa”).

Me detengo ante “Redoble fúnebre a los escombros de Durango”: parodia del ‘Padre nuestro’ que el poeta peruano muta por el ‘Padre polvo’. Presencia latente de la muerte en sugerentes evocaciones: “Padre polvo que creces en palmas, / Dios te salve y devuelva a la tierra, / padre polvo que acaban los justos. // Padre polvo, sudario del pueblo, / Dios te salve del mal para siempre, / padre polvo español, padre nuestro”.

Tristeza desbordada en el poema “España, aparta de mí este cáliz”, donde el autor de “Espergesia” no puede ocultar la certeza de la derrota próxima. Desesperado llamado a rescatar España: “¡Niños del mundo, está / la madre España con su vientre a cuestas; / está nuestra maestra con sus férulas, / está madre y maestra, / cruz y madera, porque os dio la altura, / vértigo y división y suma, niños; / está con ella, padres procesales!”.

Las canciones de Chabuca hacen ecos. Las lágrimas mojan mis mejillas. Me asomo por la ventana: una muchacha en bicicleta pedalea en busca de la certidumbre. “Rumbé sin novedad por la veteada calle / que yo me sé. Todo sin novedad, de veras. Y fondeé hacia cosas así, /y fui pasado”. Vallejo, centro irradiador de la poesía en lengua española. Trilce (1922): obra mayor de la vanguardia hispanoamericana. Sigo caminando por Poemas humanos: intenso muestrario de donde se desprende España, aparta de mí este cáliz: el más exaltado homenaje poético a la tragedia española de la Guerra Civil. “Si la madre / España cae —digo, es un decir— / salid, niños del mundo; id a buscarla!...”

Poemas humanos
Poemas humanos
Poemas humanos
  • Autor: César Vallejo
  • Género: Poesía
  • Editorial: Galaxia Gutenberg