El diseñador Vicente Rojo

Vicente Rojo (Barcelona, 15 de marzo de 1932-Ciudad de México, 17 de marzo de 2021): pintor y escultor mexicano de origen español. Miembro de la llamada Generación de la Ruptura, figura clave de las artes de México, uno de los artistas más trascendentales del abstraccionismo en Latinoamérica.

Egresado de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, lo respalda una trayectoria de más de 50 años con trabajos en pintura, diseño gráfico y escultura. Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el área de Bellas Artes y Premio México de Diseño en el año 1991.

La muerte de Vicente Rojo, entre la suave lluvia del pasado miércoles, nos consternó a todos. Alzamos los ojos y vimos como la luz se evaporaba en la geometría de sus miradas. “Vicente Rojo, entre tantas de sus creaciones fundamentales de nuestro tiempo, fue fundador de Artes de México. Su partida nos deja en una horrible orfandad. Amigo de los más queridos y admirados. Presencia siempre cercana, siempre imprescindible”: Alberto Ruy Sánchez. 

En los años 50 del siglo pasado, Rojo inicia faena en los espacios editoriales de México: colabora en el despacho de publicaciones del Instituto Nacional de Bellas Artes, bajo la guía del maestro-tipógrafo Miguel Prieto. Pionero de proyectos como la revista Artes de México (1953-1963), de la que fue cofundador, director artístico y diseñador del logo; Revista de Bellas Artes (1965); suplemento México en la Cultura (1956-1961) del diario Novedades, como director artístico y editor; Revista de la Universidad de México, de la Universidad Nacional Autónoma de México; y en el suplemento La cultura en México (1962-1974) de la revista Siempre!. 

Presencia valiosa en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Nuevo Cine, Diálogos, Artes Visuales (MAM), Plural (1971), La Jornada y Vuelta. Diseñador de la famosa portada de Cien años de soledad (Editorial Sudamericana, Argentina, 1967) de Gabriel García Márquez. Se calcula que Vicente Rojo ha realizado alrededor de unos 700 frontales para editorial Era, y más o menos, 200 más para otros sellos. La Imprenta Madero todavía guarda su tranquilo decir por los linotipos con sed de coloración sin tregua.

Me detengo en un manual singular: Vicente Rojo. Diseño Gráfico (Ediciones ERA, UANL, El Colegio Nacional, 2014). El diseño gráfico en México sería otro sin la presencia medular de Vicente Rojo. Manual que es una confirmación de su inmensa y axiomática labor en el oficio de la tinta y asimismo, un atajo por la historia del diseño gráfico en nuestro país. Más de cincuenta años de renovación gráfica en que “nuestra mirada y la relación entre letra impresa y diseño” se ha transformado. Las ideas de Vicente Rojo han sido concluyentes en la formación de numerosos diseñadores que han extendido su influjo por todo el país.

Textos de Carlos Monsiváis (“De las maestrías de Vicente Rojo”): “Mucho le ha aportado Vicente Rojo a la industria editorial. Para empezar, la certidumbre que él ejemplifica con cada edición a su cuidado: la calidad del libro como objeto facilita y, de alguna manera, se incorpora positivamente a la lectura”; David Huerta (“La doble memoria de Vicente Rojo”): “La memoria de Vicente Rojo es una manera de desdoblar la mirada: de abandonar, por un lado —en una orilla, en un doblez— la mirada de todos los días y de todas las horas, y, por otro lado —en un pliegue distinto, desconocido para los ojos cotidianos—, de crear el espacio para nuevas experiencias visuales”; y Gonzalo Celorio (“Nostalgia de la modernidad”): “Vicente Rojo trama la piel del organismo del cual uno se enamora. Porque el amor, quien lo ignora, suele entrar por los ojos”.

Tijera, cartabones, providencias, hojas, cerraduras, pestañas, estambres, galeras, cordeles, cubos, dados, vasijas, columpios, anteojos, esferas, sombreros, parasoles, goterones, bajeles, espirales, rombos, triángulos, horquillas, medusas, crestas...: follaje de cadencias en los filos de una asombrosa animación gráfica. Cuadrantes: corrientes insomnes como vuelo de pájaros en la sed de la noche. Índices en diálogo con la festiva consonancia de la naturalidad. Transcurrir por gamas donde un breve gesto se despliega en el encuentro de una escueta ecuación en la pausa.