LAS CLAVES

Escribir según Marguerite Duras

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró
Carlos Olivares Baró
Por:

“La soledad de la escritura es una soledad sin la que el escribir no se produce, o se fragmenta exangüe de buscar qué seguir escribiendo. Se desangra, el autor deja de reconocerlo. / Es la soledad del autor, la de escribir”. Acomodo mis libros, la biblioteca que he formado durante más de 40 años de exilio. Reaparecen títulos venerados; se presentan otros que regalo a mis hijas y a la vecina que estudia literatura en la UNAM. Se asoman los cuadernos de Marguerite Duras (El amante, Moderato cantabile, El vicecónsul, El amor, El amante de la China del Norte...): abrazo a uno: Escribir (Tusquets Editores, 1996). Leo mis subrayados: me sonrojo. Hoy marcaría otros fragmentos. Subrayar: el arte de leer para insistir.

Cuatro apartados: “Escribir”, “La muerte del joven aviador inglés”, “Roma”, “El número puro”, “La exposición de la pintura”. Me gustan las confidencias quebradas de Marguerite Duras: astillas de una copa rota. Me seducen sus manos. Me gusta su exhibición cercana a la procacidad: “Mi habitación no es una cama: es una ventana determinada, una mesa determinada, ritos de tinta negra, huellas de tinta negra inencontrables, es una silla determinada. Y determinados ritos a los que siempre vuelvo. El rito de tener siempre whisky. Siempre he tenido amantes, rara vez he estado absolutamente sin amantes. Pero, las mujeres no deben hacer leer a sus amantes los libros que escriben”.

Soledad, escritura, casa: “La soledad no se encuentra, se hace. La soledad se hace sola. Yo la hice. Porque decidí que era allí donde debía estar sola, donde estaría sola para escribir libros. Sucedió así. Estaba sola en casa. Me encerré en ella, también tenía miedo, claro. Y luego la amé. La casa, esta casa, se convirtió en la casa de la escritura. Mis libros salen de esta casa. También de esta luz, del jardín. De esta luz reflejada del estanque. He necesitado veinte años para escribir lo que acabo de decir”. Veo una foto donde Marguerite Duras, baja de estatura y altiva, extiende a la luz su mano izquierda estriada con dos anillos de zafiros violetas en el dedo anular y otro en el meñique: segmentos del cuerpo que escribe.

Soledad, alcohol, escritura: “Cuando me acostaba, me tapaba la cara. Tenía miedo de mí. No sé cómo no sé por qué. Y por eso bebía alcohol antes de dormir. Para olvidarme, a mí. La soledad alcohólica es angustiosa”. Quien escribe se abriga en el desconcierto, en la extrañeza y la apostura del texto. “Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido”. Silencio y escritura: “Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido”. El libro y lo ignoto: “Un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. Un libro abierto también es la noche”.

Cómo arriba el texto: “La escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida”. Escribir para encontrar los atajos perdidos. Escribir por la dispensa de Dios. Escribir para deletrear la muerte del otro que también es mi muerte. Escribir por el miedo a escribir. Escribir para escarbar en el sigilo. Escribir para abrazar el dolor en la fruición de escribir.

Leo a Marguerite Duras, me voy lejos, muy lejos: quiero escabullirme, refugiarme en los albores. Huir del tiempo y llorar, es necesario dolerse para escribir. “Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que uno mismo, hay que ser más fuerte que lo que se escribe”. Leo Escribir de Marguerite Duras. Estoy solo con el libro: una puerta abierta me conduce hacia los límites cruzados del deseo.

Escribir
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  • Autor: Marguerite Duras
  • Género: Ensayo
  • Editorial: Tusquets