Carlos Urdiales

Pesadilla 2.0

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales
Carlos Urdiales
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A la realidad, los discursos la alteran. Los responsables de la salud pública en el país avisaron que hay rebrote, hablaron de ocho entidades; su jefe los ninguneó de inmediato, “nada de rebrotes”, vamos bien, dijo y sostiene AMLO.

Después, López-Gatell y compañía insistieron, por lo bajito, que hay crecimiento en contagios, en casos activos y en hospitalizaciones. Compareciendo ante diputados, Jorge Alcocer, titular del sector, afirmó que podría ser peor. Eso sí que ni qué.

La Organización Panamericana de la Salud advirtió esta semana que en México se ha desacelerado el descenso de casos y el FMI advirtió que el número de muertes en el país puede estar subestimado. Lo mismo que aquí alertan especialistas de la UNAM como los doctores Héctor Hernández Bringas, Laurie Ann Ximénez-Fyvie, Malaquías López o Susana López Charretón.

Más allá de la perorata oficial y del debate semántico sobre si estamos enfrentando un repunte o un rebrote, la realidad nos sacude. Chihuahua fue la primera entidad en volver al semáforo epidemiológico color rojo, restricciones drásticas de aplicación inmediata. Y la actividad económica para llorar de nuevo.

Durango le pisa los talones y lanza un S.O.S. ante el inminente colapso de su red hospitalaria. Nuevo León no está mejor, es el estado con más contagios en una semana, por lo que las autoridades imponen el “quédate en casa II”. La CDMX permanece en naranja, pero con alerta.

Necedad, ignorancia o fatiga colectiva; cualquiera que sea la razón, la realidad es que con la curva epidemiológica estacionada arriba en una meseta que nos venden como aplanamiento, comenzamos a construir la narrativa de una segunda ola de Covid-19 con inminente cruce de influenza AH1N1; nuevo episodio de pesadilla que comenzó en marzo y de la cual parece que no despertaremos sino hasta 2021. La vacuna contra el Covid-19 no llegará antes de la primavera su alcance masivo, mucho después.

Por más discursos y enredos entre los que mandan; los que saben, los científicos, mujeres y hombres rebeldes a la cortesanía de Palacio y ajenos a las etiquetas de neoliberales o cuatroteístas, coinciden en señalar que el manejo de la pandemia ha sido deficiente.

La estrategia no fue la mejor y su implementación fue peor, errática, confusa, ideologizada, llena de adjetivos y carente de sustantivos. Y sí, como dice el secretario de Salud, pudo ser peor.

La impune corrupción

Los corruptos de antes, los del sexenio pasado, del antepasado, los de todos los fideicomisos, los que construían el nuevo aeropuerto, los del Seguro Popular, los de laboratorios farmacéuticos, los agricultores del norte, las organizaciones no gubernamentales, los órganos autónomos del Gobierno federal, los reguladores, la academia neoliberal, los científicos ídem, los gobernadores de oposición no asimilados a la 4T; todos los enemigos del país y de la honestidad instaurada en la República, además de ladrones y mezquinos, resultaron ser unos genios para impedir que sus tropelías sean castigadas, no sólo estigmatizadas.

El Nuevo Aeropuerto en Texcoco fue cancelado y desmantelado porque estaba corrupto desde sus cimientos. Es la hora en que no conocemos una diligencia contra traficantes de tierras, de información privilegiada, de cochupos con constructoras. Nada. Nadie.

El Seguro Popular además de desaparecer, porque no era seguro ni popular, nos dijeron que era una cueva de Alí Babá. Con el nuevo Instituto para la Salud y el Bienestar el desabasto se multiplicó. Hasta hoy, ningún exfuncionario o proveedor del extinto Seguro Popular está en la cárcel o bajo proceso. Nada. Nadie.

Los fideicomisos privados en el sector público se extinguieron porque transferían dinero a empresas privadas, porque estaban plagados de aviadores, porque costaba mucho su gestión. Ahora los 68 mil mdp que contenían los manejará la burocracia.

Promete el Gobierno auditorías y en caso de encontrar evidencias, juran denunciar ante la autoridad para que los delitos imaginados se persigan y castiguen. Primero desaparecieron y luego se auditarán. ¿Veremos a exadministradores, a becarios, creadores, cineastas, a pensionados o a deportistas de élite en juzgados o prisiones por haber robado dinero público? O nada. Nadie.

Las condenas públicas y los juicios mediáticos sin equivalentes jurídicos son propaganda política y ayudan a ganar elecciones y consultas. La ausencia de castigos reales, no sociales, contribuyen a enquistar lo que se propone combatir. Eso tolera impunidad y corrupción.