Eduardo Marín Conde

124 años de cine en México

CINEBUTACA

Eduardo Marín Conde
Eduardo Marín Conde
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Ahora que tras cinco largos meses de espera por fin hemos podido regresar al cine en la Ciudad de México, recordemos que este domingo se cumplen 124 años de la primera exhibición pública cinematográfica, que fue un gran acontecimiento en la vida pública de México. Fue justamente el domingo 16 de agosto de 1896 en una función que tuvo lugar en el sótano de la droguería Plateros, en pleno centro de la capital del país, en la calle que hoy se llama Madero.

Eran tiempos de privilegio, como señaló el crítico Gustavo García. “Todo se hacía por primera vez y siempre era algo mágico, maravilloso. El país se veía nervioso, divertido, inventado por el cine”. Ello ocurría siete meses después de que los hermanos Lumière daban a conocer en el Gran Café de París este sorprendente invento que cambiaría nuestro mundo.

Fueron precisamente enviados de estos audaces franceses los que llegaron a México a presentar el cinematógrafo. Siguiendo el plan de los Lumière en diversos países, su primer objetivo era recibir el beneplácito de los gobernantes. Así, el 6 de agosto dieron una función privada nada menos que en el Castillo de Chapultepec al presidente Porfirio Díaz y su familia, acompañados por un selecto grupo de invitados a la que era la residencia privada del presidente. Don Porfirio, quien entonces tenía 65 años de edad y 16 en el poder, se mostró entusiasmado y los cortos que se exhibieron se repitieron innumerables veces aquella noche.

Diez días después, tuvo lugar la primera proyección pública. El boleto costó 50 centavos, lo mismo que se pagaba por los mejores asientos en el teatro. Se exhibieron ocho cortos con imágenes, a cámara fija en un solo plano, de diversas escenas cotidianas de París: “Gente paseando por las Tullerías”, “Llegada del tren”, “Comida del niño”, “Demolición de una pared” y demás. El éxito fue formidable. Se empezaron a dar nueve funciones diarias, cada media hora, por las tardes.

Pocos días después el equipo francés comenzó a filmar en la Ciudad de México, siendo, por supuesto, el principal foco de atención el mismo don Porfirio, a quien se le mostró paseando a caballo, subiendo las escaleras del castillo, abordando su carruaje, etc. Después, las filmaciones captaron aspectos cotidianos de la vida citadina.

Desde entonces, cinco generaciones completas han disfrutado de la magia inigualable del cine, el arte que conjuga todas las demás artes. Durante doce décadas ha sido el gran espectáculo familiar. La exhibición cinematográfica vivió tiempos esplendorosos de los 20 a los 40, desde la apertura del cine Regis y la construcción de salas de gran belleza arquitectónica que enriquecieron el ambiente urbano. En los 90 se expandieron los cómodos complejos en centros comerciales, ahora con salas VIP.

124 años después de la llegada del cine a México, podemos reafirmar, más convencidos que nunca, como dijo Emilio García Riera: “El cine es mejor que la vida”.