Eduardo Nateras

Conmemoración del 8M

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Eduardo Nateras
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El lunes pasado fue posible apreciar un enorme zepelin sobrevolando algunas zonas emblemáticas de la Ciudad de México, en el que podían leerse las frases “10 feminicidios diarios” y “Ninguna en el olvido”.

Así, con un dirigible surcando los cielos de la capital mexicana, fue como comenzó una semana de diversas acciones en torno a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, con los principales actos llevados a cabo el 8 de marzo y extendidos hasta mediados de semana.

Se trató de una remembranza más del #8M que, con el paso de los años, se convierte en una fecha particularmente emblemática, en torno a la cual miles de mujeres en nuestro país –y millones más en todo el mundo– salen a las calles y espacios públicos a manifestar su largo transitar durante décadas para avanzar en el reconocimiento de derechos que las sociedades predominantemente patriarcales históricamente les han negado –y que aún lo hacen.

Destaca el hecho de que para muchas haya significado salir a exigir reconocimiento tras dos años de pandemia, un dramático periodo en el que las cifras de violencia doméstica incrementaron exponencialmente y en el que los feminicidios también subieron. Dos años en los que, por evidentes circunstancias, probablemente no pudieron participar en las movilizaciones que, si bien no han podido ser tan numerosas como en periodos anteriores, poco a poco recuperan su colorido caudal.

En el caso de nuestro país, las conmemoraciones se extendieron hasta el 9 de marzo, como una práctica aún adoptada en algunos entornos, tras la movilización de las “Brujas del Mar” en 2020 –justo antes de que se desatara la emergencia sanitaria–, en la que las mujeres se ausentan de sus actividades cotidianas para hacer sentir, al menos por un día, cómo se desarrollaría todo ámbito sin ellas si así, de un día para otro, simplemente ya no llegaran.

Y es que, en esta fecha –por si no fuera suficiente– no todo se circunscribe a la exigencia de reconocimiento y garantía de derechos y oportunidades, sino –también– a la de entornos seguros y libres de violencia, pues ser mujer en México lleva –además– aparejada la escalofriante circunstancia plasmada en el enorme dirigible, en la que, sin más, diez mujeres mueren diariamente por eso, por el simple hecho de serlo.

Por lo que respecta a la actual administración, las advertencias en torno a la infiltración de las movilizaciones y la posibilidad de que condujeran a actos de violencia, dejaron de manifiesto que esta fecha sí acontece como una edición más de un acto de irreverencia, de un episodio indigno heredado de las gestiones neoliberales previas, cuyo –aparentemente– único propósito es desestabilizar al gobierno sabio y bueno que tanto les ha dado –vallas, estigmatización y eliminación de escuelas de tiempo completo, por mencionar algunas cuestiones.

Pero a nivel de campo, las cosas fluyeron como las participantes lo sintieron y como mejor consideraron, pues, para ellas, se trató de una nueva oportunidad de mostrarle a la sociedad lo que implica en nuestro país ser mujer.