Una nueva guerra

CONTRAQUERENCIA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En las últimas horas del miércoles —en horario local— comenzaron a fluir las primeras noticias sobre el inicio de la invasión rusa a territorio ucraniano, tras tensas semanas en las que reinó la incertidumbre hasta el último minuto, sin que dejara de considerarse como una posibilidad real que el conflicto no llegara a materializarse.

A pesar de que, durante lo que va del presente año, el mundo observó el incremento paulatino de las tensiones entre ambas naciones, el inicio de la incursión rusa a Ucrania no dejó de ser una sorpresa para el mundo, sobre todo, para quienes consideraron que la presión internacional lograría hacer desistir a Rusia de su cometido. Así, en pleno siglo XXI, dio inicio una nueva guerra, con una de las principales potencias mundiales al frente, en un intento por mostrar, una vez más, su poderío.

Evidentemente, no hay un momento adecuado para iniciar un conflicto bélico, pero, en el presente caso, el suceso ocurre justo en un punto de la historia en el que la población mundial, de a poco, trata de sobreponerse de los estragos causados por una crisis sanitaria global, que ha dejado a su paso cerca de seis millones de víctimas mortales y pérdidas económicas incuantificables y que mantiene —al día de hoy— a las sociedades en vilo, ante la posibilidad de repuntes de contagios y frente al largo proceso de adaptación a una vida en un entorno pandémico.

Pensar en las consecuencias que dejará este conflicto es absolutamente prematuro. Sin embargo, dada la sociedad globalizada en la que nos desenvolvemos la mayoría de las personas, tan pronto se supo del inicio de las hostilidades, no se hicieron esperar efectos inmediatos en todos los ámbitos y latitudes.

En el aspecto social, sin lugar a dudas, la población ucraniana resulta la más afectada, por las evidentes implicaciones de habitar una zona de guerra, la consiguiente crisis que representa tratar de desplazarse a regiones más seguras —para quienes tienen la posibilidad de hacerlo— y el largo vía crucis recién iniciado para la amplia mayoría de la población, por tratar de continuar su día a día en los lugares que, hasta el día de hoy, han sido sus hogares.

En cuanto al ámbito económico, hubo fluctuaciones significativas en los precios del petróleo y gas —como era de esperarse, ante el papel preponderante que juega Rusia en dichos mercados. Además, hubo fuertes golpes en las bolsas de valores de todo el mundo. En las principales bolsas europeas, se registraron caídas de más del siete por ciento, mientras que, en la rusa, los desplomes fueron alrededor del treinta y cinco e, incluso, superiores al cincuenta por ciento.

Por lo que respecta al ámbito político, si bien ha habido relevantes pronunciamientos por parte de los principales líderes mundiales y organismos internacionales, es —quizás— donde restan las mayores interrogantes. Estamos, pues, frente a otro episodio histórico —como si no hubiéramos tenido suficiente en los dos años más recientes—, aún pendientes de atestiguar hasta dónde crecerá el conflicto y cuántas naciones más se habrán de involucrar. Al —aciago— tiempo.