Gabriel Morales Sod

A un año de la toma del Capitolio

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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A un año de la toma violenta del Capitolio de Estados Unidos por parte de seguidores del expresidente Trump, las divisiones en la sociedad estadounidense no sólo no han saneado, sino que se han profundizado. Según una encuesta de Momentive, solamente 6 de cada 10 estadounidenses creen que el presidente Biden ganó de manera legítima la elección de 2020. La encuesta revela además otros dos números preocupantes: alrededor del 57 por ciento de los estadounidenses cree que es probable que eventos como los del 6 de enero del año pasado vuelvan a ocurrir y, aún más alarmante, 37 por ciento de los ciudadanos ha perdido la fe en la democracia estadounidense.

En las horas y días que siguieron a los eventos del 6 de enero, algunos republicanos, en particular Liz Cheney, hija del ex vicepresidente Dick Cheney, condenaron el intento de golpe de Estado y propusieron reformar el partido, tratando de independizarse de la sombra de Trump. Sin embargo, en unos cuantos días, con poquísimas excepciones, el liderazgo republicano decidió dar marcha atrás a este proceso y, uno tras otro, los personajes más importantes en el partido optaron por guardar silencio y, en muchos casos, incluso por apoyar la falsa narrativa que sugiere que la elección de 2020 fue ilegítima. El expresidente Trump, profundamente popular entre los votantes republicanos, utilizó toda su fuerza tanto mediática como política, para reforzar la narrativa del fraude. Los medios de derecha, en particular Fox News, adoptaron esta narrativa, desencadenando la renuncia de varios comentadores que, anonadados, vieron cómo la cadena televisiva decidió transmitir un “documental” aberrante, en donde el comentarista Tucker Carlson presentó datos falsos que supuestamente confirman el fraude electoral.

Dentro del Partido Republicano, el liderazgo en la Cámara de Representantes decidió remover a Cheney de sus puestos en distintos comités e incluso ha habido intentos de expulsarla del partido. Los republicanos saben que el berrinche de Trump está basado en mentiras; sin embargo, después de ver que la base del partido cree en esta narrativa, decidieron poner sus intereses políticos por encima de la Constitución, incrementando aún más la polarización en el país.

En el lado demócrata las cosas no marchan mejor. El presidente Biden, quien esperaba que sus reformas económicas y sociales pudieran otorgar beneficios a una población que se ha visto desplazada por los intereses de la élite, no logró promulgar la segunda parte de su paquete transformativo. Los electores, quienes tenían la esperanza de un cambio radical después de la presidencia de Trump, vieron ante sus propios ojos cómo los intereses de las grandes empresas ganaron la lucha en contra de la voluntad popular; y, por consiguiente, perdieron la confianza en las instituciones democráticas. El Partido Demócrata, que controla ambas cámaras, tiene aún un año antes de las elecciones de medio término para entregar resultados. Su fracaso podría tener consecuencias irreversibles para la democracia estadounidense.