Gabriel Morales Sod

La caída de Netanyahu

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod
Por:

La mayoría de los jóvenes israelíes no recuerda un primer ministro en Israel que no haya sido Benjamin Netanyahu. Después de estar 16 años en el poder, doce de manera consecutiva, Netanyahu se convirtió en casi un simbionte de la sociedad israelí; tan acostumbrados a su presencia y estilo de gobierno están todos, que pocos, incluso aquellos que trabajaron por más de una década para derrotarlo, pudieron creer que el fin de Bibi había llegado. El domingo fue el día de la votación histórica; después de cuatro elecciones en menos de dos años, una extraña coalición de partidos de izquierda, centro y derecha, e incluso un pequeño partido islamista, se formó con el fin de poner fin a su mandato. La circunstancia era tan extraordinaria que incluso el día de la votación ni siquiera los líderes de la coalición del cambio estaban seguros de lograrlo. El país entero se paró para observar en vivo la sesión del parlamento.

El primero en hablar fue el designado primer ministro, Naftali Bennett, quien a duras penas pudo acabar su discurso de unidad, pues los miembros del partido de Netanyahu y sus aliados lo interrumpían intermitentemente con gritos de “traidor y mentiroso”. Después del discurso de Bennett continuaba el de Yair Lapid —líder de centro izquierda que, de cumplirse con el acuerdo de coalición, se convertirá en el primer ministro del país en dos años—, quien asqueado por el patético espectáculo de interrupciones y gritos subió al podio, no a dar el discurso que tenía planeado, sino a decir que se avergonzaba de la manera en que se estaba dando el proceso de transición: “Precisamente por este tipo de actitudes es por lo que tenemos que cambiar a este gobierno”, dijo y se retiró.

Llegó entonces la hora de la votación. Una semana y media antes, cuando la coalición anunció al presidente Rivlin que podían formar un gobierno, Netanyahu y sus aliados se lanzaron en una campaña agresiva (por decir poco) para tratar de convencer a miembros del partido de Bennett, o de cualquier otro partido, a traicionarlos y votar en contra. El día mismo de la votación, la policía comenzó a dar órdenes para la demolición de construcciones ilegales en el poblado beduino de uno de los miembros del partido islamista para tratar de presionarlo a votar en contra. Por si esto fuera poco, Emilie Moatti, una de las parlamentarias del partido laborista, tuvo que ser internada de emergencia en el hospital el día antes de la votación y, escoltada por enfermeros, llegó al parlamento con un problema de columna y tuvo que acostarse para poder resistir la sesión y poder votar.

Comenzó entonces la votación, nombre por nombre. La nación entera estaba con los pelos de punta. Todos esperaban escuchar cómo votarían aquellos que se rumoraba podrían oponerse en el último momento. Primero llegó el turno de Nir Orbach, parlamentario de extrema derecha: ¡A favor!, gritó desde su banca; y unos nombres después, uno por uno, los miembros de Ra’am, el partido islamista, votaron a favor del cambio. El destino estaba escrito. Por la mínima diferencia de 60 a favor contra 59 ganó la coalición del cambio. Después de la votación, Netanyahu regresó a su asiento, en el centro del escenario, hasta que el nuevo líder del parlamento le indicó que se moviera cuatro filas atrás, al asiento designado al líder de la oposición. Una nueva era había comenzado.