Gabriel Morales Sod

Cuando la democracia deja de funcionar

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod
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Es difícil describir la sensación de la sociedad israelí después de las cuartas elecciones en menos de dos años. Elección tras elección, la votación ha arrojado el mismo resultado: un sistema político en parálisis en donde ningún candidato tiene los suficientes votos para formar un gobierno. Elección tras elección, los ciudadanos pierden paulatinamente la confianza en el sistema político, y es que no importa cuantos nuevos partidos se formen o qué estrategias de campaña se implementen, el sistema es incapaz de otorgar estabilidad.

El día de antier, el país se fue a la cama con Netanyahu como primer ministro (con 61 de 120 asientos, según las encuestas de salida) para luego despertar con dos campos opuestos sin mayorías. La sorpresa la dio Ra’am, un pequeño partido islamista de derecha árabe que logró entrar al parlamento. A pesar de que por años la derecha israelí ha deslegitimado a los partidos árabes, prácticamente excluyéndolos del juego político, en esta ocasión, aunque parezca inverosímil, los allegados de Netanyahu buscan

desesperadamente el apoyo de Ra’am. Si hace sólo unos meses, en la tercera elección, Netanyahu salió en una campaña para deslegitimar un posible gobierno de centro izquierda con los partidos árabes, ahora busca el apoyo de éstos. Sin embargo, una coalición que incluya a Netanyahu, los ortodoxos, el partido de extrema derecha (herederos del Rabino Kahana, quien fuera el principal promotor de la deportación de los ciudadanos árabes del país) y Ra’am parece improbable, casi una broma. La alternativa, sin embargo, tampoco es viable. Para que los partidos de centro izquierda, junto con los árabes, pudieran formar una coalición es necesario el apoyo de un partido de derecha anti-Netanyahu, que inmediatamente después de los resultados declaró que no cooperará con los árabes.

El principal culpable del estancamiento es Netanyahu, quien en su intento de conseguir 61 asientos para pasar leyes que le otorguen inmunidad judicial, ha llevado al país a cuatro elecciones. Cualquier líder normal, ante la incapacidad de formar un gobierno, daría oportunidad a alguien más, incluso dentro de su mismo partido. Sin embargo, Netanyahu no es un líder normal y está dispuesto a todo, como lo demuestran cuatro elecciones, coaliciones con sus ultraenemigos políticos o incluso con partidos árabes, con tal de quedarse en el poder. El resultado más probable parece ser unas quintas elecciones. Una locura que pone en peligro no sólo a la economía de un país, que se encuentra aún profundamente golpeado por la crisis del Covid, sino también la relación de los ciudadanos con el sistema democrático.

Los resultados del martes no dan una clara indicación de la persona a la que los israelíes quieren como primer ministro. Sin embargo, elección tras elección, aunque sea por un pequeño margen, el país ha dejado claro que quiere a Netanyahu fuera. Los tiempos son tan extremos que, en una de ésas, se formarán las alianzas más inesperadas con el objetivo de sacarlo del poder.