Gabriel Morales Sod

Joe Manchin y Trump: dos síntomas de una misma patología

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Algo parece estar podrido en el sistema democrático estadounidense. Después de la victoria de Biden sobre Trump muchos respiraron tranquilos pensando que, a pesar de la abatida, la democracia estadounidense estaba a salvo; las instituciones se mostraron resistentes y el electorado, de manera sorpresiva, le otorgó al Partido Demócrata no sólo la presidencia, sino el poder en las dos cámaras, algo que no había sucedido desde la primera presidencia de Obama.

El presidente Biden, a sabiendas de que probablemente en dos años, después de las elecciones de medio término, perdería alguna de las cámaras del Congreso, rápidamente hizo públicos sus dos grandes paquetes de leyes, una ambiciosa serie de propuestas que representarían la inversión gubernamental más importante desde el New Deal y un cambio real en la vida de millones. Para sorpresa de sus rivales republicanos, ambos paquetes resultaron ser tremendamente populares.

Éste parecía ser un proceso democrático por excelencia. Los votantes, incluso en contra de un sistema que favorece a estados pequeños –pues les otorga el mismo número de senadores que a estados grandes—, le dieron claramente la mayoría al presidente; y el mandatario, siguiendo a la opinión pública, se dio a la tarea de crear un plan transformador que su país necesita con urgencia. Sólo que en la democracia estadounidense, la voluntad de las grandes empresas muchas veces pesa más que la de la nación. Fue así como en una aparición sorpresiva en Fox News, el senador demócrata Joe Manchin, de Virginia del Este, quien había prometido al presidente su apoyo al segundo paquete de reformas, salió a decir enfrente del país que se oponía definitivamente al plan. Su pretexto: no incrementar la deuda. Joe Manchin es senador de uno de los estados más pobres de Estados Unidos. Golpeada por la globalización y el cierre de fábricas, el cambio climático y una profunda crisis de opioides, la población de Virginia habría sido una de las más beneficiadas de haberse aprobado la reforma; sin embargo, los grandes financiadores del senador, cuyo voto era indispensable para pasar el paquete, no son sus propios votantes, sino algunos de los conglomerados económicos más grandes del país. Éste es precisamente el centro del problema.

Desde la presidencia de Reagan, la cúpula empresarial ha invertido miles de millones de dólares en lobistas y en financiar campañas políticas para influir en el proceso de toma de decisiones del Estado. Su poder es de tal magnitud que podemos llegar a un escenario como el actual, donde un senador manipuló y mintió por meses al liderazgo demócrata, al presidente de la nación y a sus propios electores, para terminar sepultando el proyecto más importante de Biden y tal vez de su presidencia. Hay quienes dicen que el presidente puede aún salvar partes de su gran reforma. Sin embargo, más allá de lo que suceda, este episodio dejó en claro que la victoria de Trump no fue una anomalía, sino el síntoma de un sistema en decadencia, donde la voluntad de unos pocos que buscan enriquecerse y acumular poder a toda costa termina imponiéndose a la voluntad popular.